Una herida que traspasa la pierna hasta la cabeza
🧠 John pensó en tirarlo todo, pero al conseguir tratamiento ha recuperado la sonrisa. La salud mental es uno de los grandes retos asociados a las ETDs.
El 10 de octubre es el Día Mundial de la Salud Mental y por ello os traemos la historia de John en Liberia para personificar cómo es importante tratar las heridas que surgen en la cabeza a la par que las que dejan marca en la piel.
El 25 de junio de 2018, John S. Kollie vio una herida en su pierna. Sabía que algo le pasaba, pero no tenía claro qué. “Solo sabía que me dolía mucho y necesitaba tratamiento”, cuenta desde su pueblo en Mary Page Farm, en el condado de Kakata en Liberia.
A sus 40 años, el dolor le impedía disfrutar de sus hijas, Irine, de 16 y Veronica, la pequeña de 11. “Querían jugar conmigo pero el dolor era tan grande que no me dejaba”.
Cuando se lo dijo a su familia, todos tuvieron claro que tenía que ir al curandero tradicional. La úlcera en su pierna era cada vez más grande, y confiaban en que este la curara. “Aquí creemos en este tipo de medicina tradicional, toda la familia quería que fuera allí, pero se puso peor”, asegura John.
Allí, el proceso fue claro: primero tuvieron que pagar 75 dólares, la mitad de la factura que acabaría cobrándole por sus conocimientos tradicionales el curandero tradicional. Un tiempo después, la herida se le iba haciendo más grande y un día su pierna “explotó”. Se habían gastado ya 150 dólares y no iba a mejor, así que sus padres le recomendaron volver a casa, donde se aisló en la casa familiar.
Ahí comenzó lo peor. La herida de la pierna le pasó a la cabeza. No tenía ganas de salir a ver a nadie, el dolor no paraba de aumentar y muchos comenzaban a señalarle como si tuviera un embrujo sobrenatural. “Perdí la esperanza”, admite. “Solo quería que parara. Sí, lo pensé, no podía aguantar. Necesitaba que el sufrimiento terminara”.

John fija los ojos sin rumbo, con la mirada perdida, pero pronto recupera la sonrisa. “Michael me encontró en ese momento”. Michael S. Flomo es vecino de Mary Page Farm y desde 2003 un Community Health Assistant (CHA), es decir, un ayudante voluntario del Ministerio de Sanidad. Es ese tipo de gente en la que se apoya todo el sistema sanitario para en los lugares más recónditos, encontrar casos de enfermedades y poder tratarlos y curarlos.
Cuando le conoció en 2019, Michael acababa de recibir poco antes un training sobre las Enfermedades Tropicales Desatendidas (ETDs), una serie de enfermedades cutáneas que no solo acaban provocando una discapacidad física, sino que se comen también la mente.
“Es un problema de salud pública, porque generan estigma y discriminación”, asegura Emmerson Rogers, coordinador de los casos de ETDs en el Ministerio de Salud de liberia. “Muchos entran en depresión y piensan en quitarse la vida”, afirma.
Desde hace unos años, Liberia integró la lucha contra las ETDs con el programa TRANSFORM, pionero en la región, por el cual todas se tratan bajo un mando único y de manera holística. También incluye la salud mental “La salud mental no se consideraba pero ahora sí y es vital”, explica Rogers.
Una vez se detecta un caso como la úlcera de John, se comunica al sistema, donde está coordinador de salud mental para que pueda ofrecer asesoramiento sobre su caso. Ahí, hay una pequeña prueba de control para ver cómo está el paciente.
“Les hacemos un test de diez preguntas de sí o no y según cómo contesten, vemos el grado de trauma”, explica Gweenue V. Ngangawulor, uno de los tres coordinadores regionales del programa de ETDs en el Ministerio de Sanidad. “Si contestan entre una y dos de manera afirmativa, no hay problema, entre 3 y 5 hay un ligero trauma, pero se puede tratar sin especialistas, pero a partir de 6 se considera grave y hay que ponerlo en manos de un psicólogo”, explica.
Curarse de la piel a la mente
Michael al ver a John, supo que tenía una úlcera de buruli, una enfermedad que todavía no se sabe a ciencia cierta cómo se transmite, pero que sí se puede curar si se coge a tiempo. Le enseñó un póster, le explicó otros casos y a John ya le cambió la cara: no estaba solo. Le explicó que si iba al hospital y comenzaba con tratamiento, se pondría bien. En esos libros informativos se veía a casos de pacientes como él que se habían recuperado. Se lo enseñaron también a su familia, les convencieron y fueron al hospital.

Allí comenzó el tratamiento de dos antibióticos: rifampicina y claritromicina. Su úlcera, sin embargo, estaba muy avanzada, por lo que tuvieron que intervenirle. “Me cortaron la piel, estaba durísima, y me pusieron una venda”, explica mientras se señala la herida, ahora cicatrizada, de color rosáceo y limpia, que le dibuja una especie de tatuaje en su piel oscura.
John se curó, y ahora sonríe mientras asegura que no solo puede andar con normalidad, sino que incluso sale a correr un poco los sábados. La visita de Michael le salvó la vida. “A día de hoy, John y yo somos familia”, asegura Michael con orgullo.
Ahora, John busca volver a sentirse útil y traer dinero a la familia. “Quiero trabajar, donde sea. Antes trabajaba en una empresa de seguridad, pero lo tuve que dejar porque era un trabajo físico que no podía hacer”, asegura. Ese es el gran reto al que se enfrentan muchos en Liberia, un empleo digno.
Un año después, cuando volvemos a verle, John no está. Michael nos cuenta que hace unas semanas se fue a buscar trabajo al entorno de las plantaciones de caucho de la empresa americana Firestone. Asegura que se encuentra bien, pero necesita el trabajo, lo único que le falta para recobrar su vida.
Este reportaje ha contado con financiación de la Fundación Anesvad. La Fundación Anesvad trabaja para la erradicación de las Enfermedades Tropicales Desatendidas en Liberia y otros países endémicos de África.