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Lightyear, el spin-off de la clásica película Toy Story, ha puesto sobre la mesa la frágil situación del colectivo LGTB en algunos países del mundo. Sí, una película de Disney ha mostrado la crudeza de morir, ser perseguido o encarcelado perpetuamente por amar. Catorce países, entre ellos Egipto, han vetado el estreno de la cinta este verano en sus salas de cine por una secuencia en la que dos mujeres se besan, un hito histórico para los largometrajes de las películas de Disney.
Egipto es el único país africano que de momento ha prohibido que sus ciudadanos vean el beso de Alisha y su pareja en Lightyear, pero para nada está solo en la censura a la comunidad LGTB. 32 de los 55 países del continente africano no protegen a miembros del colectivo ni esclarecen la legalidad de los actos sexuales consensuados entre personas adultas del mismo sexo en privado, según el Informe sobre Homofobia de Estado 2020 del Panorama Global de la Legislación. El número sigue siendo mayoría a pesar de los avances en los últimos 20 años. Países como Benin, Angola, Guinea Ecuatorial o República del Congo-Brazzaville, a pesar de la tediosidad de los procesos legislativos, se han sumado a legalizar al colectivo homosexual. Tanto tardan que Angola inició la revisión de su legislación penal en 2004 y no fue hasta noviembre de 2020 cuando finalmente publicó la nueva versión del Código Penal con los cambios de no penalización de los actos sexuales entre las personas del mismo sexo. En cambio, en los textos legales de Benín o de Congo nunca se llegaron a castigar.
Sudáfrica, precursor y transgresor
En el país más sureño del continente los derechos llevan años protegiéndose. Allí puedes hablar del colectivo, las personas del mismo sexo pueden contraer matrimonio e incluso iniciar procesos para la adopción. Desde la Constitución provisional de 1994, Sudáfrica es el único país de África que contempla la protección constitucional contra la discriminación basada en la orientación sexual. Sus leyes no sólo son una de las más progresistas del continente, sino también del panorama mundial, y en 2006 se convirtió en el primero de África en legalizar el matrimonio homosexual.
Además, el país se ha convertido en un salvoconducto para miles de homosexuales que huyen de países vecinos por la opresión, la discriminación y el rechazo de sus familiares y amigos. Es la historia de Pallo Mandele, un keniata que tuvo que huir de su casa cuando su hermano le sorprendió con un hombre en la cama y le intentó golpear en la cabeza. En Kenia, la pena asciende hasta los 14 años de prisión por mantener relaciones afectivas con personas del mismo sexo. El pasado 25 de septiembre de 2021, las calles de Soweto en Sudáfrica se teñían con la bandera multicolor y la música tomó la batuta del festejo. Se celebraba la 17ª edición anual de la manifestación del Día del Orgullo LGTB en un lugar, a su vez, simbólico de la lucha contra el apartheid. A principios de 2022 en Ciudad del Cabo, la celebración del tradicional festival incluyó la del Orgullo Gay. Un evento que además coincidía con el 28 aniversario desde la descriminalización de la homosexualidad en Sudáfrica y 16 años desde la legalización del matrimonio homosexual.
De un año de cárcel a la muerte
La realidad del colectivo LGTB en el continente no es la de Sudáfrica. La muerte por lapidación es el castigo prescrito para los actos sexuales consensuales entre adultos del mismo sexo en 12 estados regionales de Nigeria, entre los que encontramos Kano, Borno o Bauchi. En estos lugares hacen alusiones a la ley islámica, la Sharia, para justificar el castigo. En Bauchi, el lesbianismo está penado con 50 latigazos y prisión de hasta 5 años, mientras que la sodomía con la muerte por lapidación u otros medios decididos por el estado. En Kano, el castigo por sodomía difiere de si la víctima está casada o lo ha estado con anterioridad o, si por el contrario, no lo ha estado nunca. En el primero de los casos, será lapidada hasta morir, en el segundo, recibirá 100 latigazos y hasta un año de prisión.
En otros países los castigos físicos no son tan severos, pero sí los de la ley. En Sudán, Tanzania, Uganda o Zambia los homosexuales son castigados con cadena perpetua, mientras que en países como Malaui o Gambia la pena de cárcel asciende hasta los 14 años. Más allá de las penas de prisión y de muerte, el silenciamiento del colectivo LGTB trasciende a la sociedad civil y organización ciudadana. En 20 países está prohibido hablar sobre cuestiones de diversidad y orientación sexual y en 27 no se pueden registrar y promover organizaciones que trabajen temas relacionados con las personas homosexuales.
La situación dañina del Cuerno de África
Si miramos al mapa observamos como aquellos con las penas de cárcel más altas se concentran en su mayoría en la zona del Cuerno de África. De entre los ocho principales países de la región, uno –Somalia– condena a la pena de muerte, dos a cadena perpetua –Uganda y Sudán–, dos –Kenia y Sudán del Sur– castigan con encarcelamientos de 14 años en el primer caso y de 10 en el segundo, y otros dos –Etiopía y Eritrea– prevén penas de hasta 3 y 7 años, respectivamente.
Entre todos, hay un pequeño país que destaca: Yibuti. Su caso es particular. Allí la ley no castiga, pero sí la sociedad civil. La actividad sexual entre personas del mismo sexo es legal a pesar de que no existe una ley que proteja al colectivo de la discriminación en los entornos laborales y sus derechos de género. Aunque sea legal acostars econ alguien, la elevada influencia musulmana en el país, con un 94% de su población practicamente del Islam, hace que la homosexualidad siga siendo un tabú encarnizado en la sociedad e imposibilite la creación de asociaciones civiles por sus derechos.