TeenSeed: cómo una organización busca acabar con la violencia de género en entornos de pobreza urbana
La organización trabaja con niñas y mujeres que sufren violencia de género para ofrecerles un refugio y para concienciar a la comunidad en un entorno de pobreza que genera un círculo de abusos.
“Estoy reventada, es que esto es demasiado, necesito descansar porque si no voy a explotar”. No lleva ni un minuto de conversación y Winny Obure ya muestra unos peligrosos signos de cansancio. “Me empujo a mí misma para seguir, pero me quemo y me derrumbo”, dice. A Obure le pesan las palabras, se le nota que está cansada de repetir el trabajo que hacen en TeenSeed y que no puedan hacer todo lo que se necesita por falta de dinero.
Cuando era una adolescente, Obure fue violada por un vecino suyo que le pagaba el colegio. Asegura que el hombre se sentía con la capacidad de hacer con ella lo que quisiera por financiarle los estudios, así que decidió dejar el colegio y se fue a vivir a la capital de Kenia, Nairobi. En tercer curso de secundaria empezó a ayudar a otras chicas y mujeres como ella que han sufrido violencia de género. “No puedo estar corriendo todos los días detrás por mi cuenta para rescatar niñas, debe haber un sistema en marcha”, dice desde una pequeña oficina con dos mesas en el asentamiento informal de Kiambiu, al este de Nairobi.
Tras ocho años de lucha quijotesca por su cuenta, decidió formalizar su trabajo creando TeenSeed y sentando las bases de una organización sólida. En 2019, consiguió a través de la fundación norteamericana Fondo Mundial para Mujeres dinero para formalizarla. Al principio recibió 10.000 dólares al año durante tres años, pero a los cuatro meses ya se había fundido al conseguir un pequeño local para trabajar. Hasta entonces, todo se hacía desde su piso. Fue entonces cuando donantes estadounidenses visitaron su proyecto y se quedaron asombradas y apostaron por TeenSeed ofreciendo 170.000 dólares en tres años. “Lo primero que pensé es: cómo utilizamos este dinero, tenemos que servir a la comunidad”, admite Obure. “Definimos unos programas, auditamos las cuentas y conseguimos los sitios fijos para trabajar”.
En TeenSeed ya no está Winny sola: son 13 personas responsables cada una de su área que se encargan de que la organización siga adelante. “Sin Winny podríamos vivir, pero porque todos somos de aquí, tenemos pasión y queremos hacer un cambio”, dice Tony Elvis. A sus 26 años, está acabando periodismo y él contribuye con la comunicación. “Me uní hace cuatro años porque he crecido en un ambiente donde se ven abusos a niños y violencia sexual, pero nadie hace nada”, asegura. Elvis deja caer que su madre tuvo problemas, pero no incide en ello. “Es ayudar a crear espacios seguros para chicas en esta comunidad si algo va mal en casa y hacerles ver que todavía son personas importantes”, añade.
Las actividades de la organización se dividen en cinco: prevenir, empoderar, liberar, educar y cooperar. El primero de sus programas busca educar en sexualidad a jóvenes para frenar la violencia sexual. “Es nutrir de semillas”, dice Obure, de ahí el nombre TeenSeed de la organización. También trabajan con mujeres para enseñarles actividades que les generen ingresos, organizan clases para que puedan avanzar en sus estudios para quienes han dejado el colegio y colaboran en la alianza WILD con 28 organizaciones que tratan con minorías que también sufren abusos como las trabajadoras sexuales, la comunidad LGBTIQ+ y personas con discapacidades, entre otras.
La mayoría del trabajo lo realizan en Nairobi, pero recientemente han comenzado un programa llamado “Compresas para el Progreso” en cinco condados del oeste del país para ofrecer una alternativa a niñas vulnerables y así evitar que dejen de ir al colegio cuando tienen la menstruación. “Las niñas son normalmente victimizadas y no tienen ningún sistema de apoyo. Trabajamos también con niños para que vean que es algo natural”, dice Tony. “Si no les ofrecemos compresas, muchas dejarán el colegio y pueden acabar embarazadas siendo adolescentes”.
Sin embargo, mucho de su trabajo y gastos viene del rescate. En TeenSeed cuentan con dos refugios temporales, uno para niñas y otra para mujeres, la mayoría con hijos. En total, han atendido alrededor de 70 familias en los últimos tres años. Cuando se enteran de que una niña ha sufrido una violación, la acogen e incluso a veces es la policía quien les llama para que les den refugio. “Nos envían a las supervivientes porque el gobierno no tiene ningún servicio ni refugio seguro”, dice Winny.
Cada cuatrimestre se reúnen con funcionarios públicos y el gobierno, pero no solo no les ofrecen apoyo ni financiación, sino que buscan dinero de ellos, como explica Tony: “En la mente del gobierno somos una organización y esperan que cubramos los costes de desplazamiento y las horas invertidas en la reunión, pero como no lo hacemos, envían a becarios para hacer informes que luego ni leen”, explica. “No prestan atención. Si el primer cuatrimestre hemos explicado cómo lidiar con casos de violación, en el segundo tenemos que repetirlo porque no han hecho nada o envían a otra persona”, dice desesperado.
En el pequeño refugio para familias hay cuatro pequeñas habitaciones con techo de chapa y paredes de piedra recubiertas de bolsas de rafia para el frío. Cada una cuenta con una litera de dos camas y otro colchón. Una de ellas acaba de vaciarse, ya que la idea es que el máximo tiempo que pasen son 90 días, mientras que en el otro refugio no debería pasar de una semana, pero no siempre es así. En la habitación de al lado están Linet y su madre. Llevan allí cuatro meses, desde que en julio Linet sufriera un intento de violación y su madre decidiese huir de su casa por la violencia. La madre está aprendiendo ahora a tejer diseños masáis para unas sandalias. Desde su cama, explica que no puede moverse porque no siente las piernas, pero en el médico no le han dicho qué tiene. Su hija tiene 15 años y acaba de finalizar primaria, pero no podrá seguir con sus estudios si no recibe los cerca 460 euros que cuestan las tasas escolares de un año de secundaria.
“Es lo más urgente”, dice Winny Obure. Desde que en 2021 dejaran de recibir dinero de la fundación norteamericana, TeenSeed no ha vuelto a ver ingresos y todo lo pagan los voluntarios de su propio bolsillo. No es que no lo haya intentado, pero está cansada. Entre agosto y septiembre recibió cuatro rechazos de fondos de organizaciones extranjeras. “Los donantes suelen ser gente blanca que no está aquí y no sé cómo explicarles la situación”, explica Obure, quien admite que adaptarse a las condiciones que exigen no es sencillo. “Ahora me centro en personas que crean en nosotras y quieran darnos financiación sin restricciones”, añade.
Encontrar financiación es el mayor reto. “Si no apoyamos a Linet, probablemente acabe abusada”, dice Obure. Para Tony, la pobreza y la falta de información es la causa de base: “Si una adolescente da a luz a una niña y no tiene ingresos, lo hará en la misma zona con los mismos abusos que ella ha sufrido, por lo que el ciclo continúa”.
La falta de dinero acaba ahogando a Obure. Hace unos años estableció la jornada de cuatro días para sus voluntarios para no acabar explotando. “Es una perspectiva femenista al trabajo, si quieres estar cuerda debes recargar pilas. Pasamos por muchas historias dolorosas que debemos pensar bien”, dice. Ahora se irá una semana a cuidar de sus padres enfermos, pero sabe que la organización está en buenas manos. A pesar de las dificultades, está orgullosa. “He visto un cambio enorme, aunque sea muy poco. Es la percepción de la gente, ver a hombres informando de abusos, hombres aleccionando a otros hombres, mujeres que dicen que no a un hombre... es muy esperanzador”.
Este reportaje ha sido financiado por la Fundación Anesvad. El sábado 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y entre los principios de la Fundación Anesvad está concienciar contra la desigualdad de género y promover iniciativas para combatirla.