Superación y cambio
Es 8 de marzo de 2023: Día Internacional de la Mujer. Aquí una reflexión personal.
Buenos días. Soy Soraya.
Es 8 de marzo de 2023. Como cada día, mi alarma ha sonado a las 6 de la mañana. Aun somnolienta, he encendido la cafetera y, mientras esperaba al primer olor de café, he ojeado el móvil. “¡Feliz día de la Mujer!”, leía. Paso a Instagram. “Si las mujeres no trabajan, el mundo se para”, decía un post. Hoy el mundo está de celebración: es el Día Internacional de la Mujer. Aquí y en África. Pero, no es un día especial.
No es un día especial, no porque no lo crea, sino porque no debería de serlo. Hoy el feminismo tomará todos los espacios: las aulas, las calles, los despachos y las conversaciones de bar. Las mujeres saldrán a reivindicar una igualdad salarial justa, alzarán la voz contra la violencia machista y demandarán respeto. Pedirán seguridad. Y no hay nada malo en ello. Pero no debería de ser exclusivo.
Hace unos meses estuvimos en Uganda. En uno de los rincones más frondosos y verdes del país —que no son pocos— la Madre Naturaleza hace honor a su propio nombre. La mujer es la que cuida y siembra la tierra. Al mismo tiempo, ellas, que se reúnen en las calles y bajo el umbral de sus hogares, plantan la semilla de la sororidad, y, junto al tallo del feminismo, crecen y crean autoridad. Son respetadas.
Lucy Muhuruzi trabajó durante 35 años en las aulas. Ahora está retirada, pero, hasta hace poco, era la coordinadora de los clubes de vida silvestre en la región Albertina en Uganda. “Hay que hablar de conservación para aumentar la sensibilización y los esfuerzos de la comunidad”, decía con orgullo. “No hay día que no me enorgullezca de haber sido profesora”, añadió al despedirse. Lucy se convirtió en un ejemplo de revolución educativa en la zona.
La mujer africana también es un escudo de resiliencia. De superación. En Tanzania, Asha Churu fue la primera mujer en ocupar el cargo de oficial de pesca del distrito de Mkinga. “No fue fácil destacar mi voz, pero ahora me respetan porque soy la líder de la zona”, nos contó en su despacho a principios de septiembre. A la salida, ojeé las otras salas de trabajo: mujeres. Esbocé una sonrisa.
Con esto no pretendo borrar las otras realidades del continente. En algunos países africanos continúan las violencias sistemáticas, las prácticas como la mutilación genital femenina siguen colándose en las comunidades y la discriminación gana la partida por el mero hecho de ser mujer.
Pero tampoco quiero desaprovechar este espacio para hablar en negativo. África sí es feminismo, revolución y esperanza. El cambio llega a cuentagotas, pero erosiona en todos los espacios de la sociedad. En el campo de las letras y el de las hortalizas, en los puestos directivos y educativos. En el trabajo y en casa.
Quiero seguir leyendo y escuchando historias de superación como las de Lucy y Asha.
Un abrazo,
Soraya.