Sara Irène Eyangoh: "La única forma de avanzar ahora que los fondos están disminuyendo es que las comunidades se apropien de las estrategias"
🇨🇲 La actual Directora Científica del Centro Pasteur de Camerún, Sara Eyangoh habla sobre la importancia de las voces comunitarias en la investigación y el tratamiento de las ETD.

Dos jóvenes emergen entre los asistentes y se suman, con más euforia que el resto, a la celebración del público en el Palacio Euskalduna en Bilbao. “Gracias a mis hijos estoy aquí”, explica Sara Eyangoh desde el atril. Levanta el premio, les regala una sonrisa. Al terminar el acto, los dos se levantan corriendo de sus asientos y corren a los brazos de su madre. Todo queda en casa, incluso a 4.000 kilómetros de su país de origen, Camerún.
La doctora Sara Irène Eyangoh es microbióloga y experta en salud pública, con una destacada trayectoria en el estudio y control de Enfermedades Tropicales Desatendidas (ETD) en África. Ha liderado la creación y consolidación de redes de laboratorios, como Skin NTDs Laboratory Network (Skin NTD LABNET). Actualmente, se desempeña como Directora Científica del Centro Pasteur de Camerún, una institución de referencia en investigación biomédica en África Central.
En 2024, cofundó la iniciativa Women in Neglected Tropical Diseases (WINs), que busca abordar la desigualdad de género en el ámbito de las ETD y promover la inclusión de las mujeres en todos los niveles de intervención y toma de decisiones. Este año y en ocasión de la X edición de Premios Anesvad, Sara recibió el galardón a su larga trayectoria profesional.
P. Usted lidera la red africana Skin NTD LABNET centrada en Enfermedades Tropicales Desatendidas. ¿Qué tipo de desafíos ha enfrentado al construir esta infraestructura en África, tanto a nivel local, nacional e internacional?
R. Creo que primero hay que contextualizar lo que es Skin NTD LABNET. No es un trabajo que haya realizado sola; es una labor apoyada por la Organización Mundial de la Salud (OMS, de ahora en adelante) y diversas ONG. Empezamos con una red de laboratorios centrada únicamente en la úlcera de Buruli. Logramos establecer una red funcional, que armonizó los procedimientos de diagnóstico, permitiendo que todos los laboratorios trabajaran con los mismos protocolos. Esto facilitó el control de calidad y mejoró los diagnósticos en los países endémicos.
A raíz de estos avances, la OMS nos pidió replicar este modelo para otras enfermedades como la lepra, el pian, el micetoma y la leishmaniasis cutánea. Uno de los principales desafíos ha sido, como siempre, el financiamiento. Es posible establecer protocolos comunes, pero sin fondos para mantener los equipos o seguir capacitando al personal, todo se vuelve insostenible.
El segundo desafío es la coordinación entre los programas de salud de los países. Un laboratorio puede tener la mejor capacidad, pero si no recibe muestras, no tiene utilidad. Debemos evitar la dispersión de esfuerzos y apostar por plataformas compartidas. Crear diez laboratorios para diagnosticar tres enfermedades fragmenta los recursos. Es más eficaz tener una plataforma bien equipada y funcional para varias enfermedades.
Otro reto es la integración. La hoja de ruta de la OMS aboga por integrar los programas, pero en la práctica siguen siendo verticales. Cada programa actúa por separado —filariasis, leishmaniasis, lepra...— y eso también ocurre con los financiadores, que a menudo tienen agendas muy específicas. Esto lleva a situaciones absurdas donde en una comunidad hay tres intervenciones distintas, pero muchas enfermedades siguen desatendidas.
P. Mencionabas el problema de la financiación. ¿Crees que, ante la retirada de ciertos fondos internacionales —como los de Estados Unidos— esto representa una oportunidad para que los países africanos impulsen sus propios mecanismos de financiación? ¿Es viable?
R. Es una cuestión de voluntad, de valentía y de unidad. En mi país, por ejemplo, todos pagamos una pequeña tasa por el servicio audiovisual, quizás mil francos al mes. ¿Por qué no podríamos hacer lo mismo para la salud pública? Si cada persona que trabaja aportara mil francos mensuales, podríamos financiar la investigación y nuestra capacidad de preparación sanitaria sin depender de fondos externos.
Hay que evitar rendirse, y sobre todo buscar mecanismos de mitigación. Parte del problema es que seguimos con enfoques excesivamente jerárquicos y centralizados. Si realmente empoderamos a las comunidades, los costes bajarán y encontraremos soluciones más adaptadas. Muchas veces se planean campañas de sensibilización desde la capital sin consultar a las comunidades. Se dice: “Vamos a ir el lunes por la mañana”, pero quizás las mujeres están en el campo ese día. Luego se concluye que “la comunidad no ha respondido”, pero nadie preguntó primero. Y así con muchas exclusiones, por ejemplo, de género.
La única forma de avanzar ahora que los fondos están disminuyendo es que las comunidades se apropien de las estrategias. Que participen en las decisiones y que propongan soluciones.
P. ¿Y crees que esa apropiación comunitaria es posible a corto o largo plazo?
R. Si cambiamos el paradigma, puede ser rápido. Pero ese cambio depende de los gobiernos. Seguimos dependiendo demasiado de los fondos externos. Debemos de trabajar con quienes entienden nuestras necesidades y nos apoyen en la implementación, no que vengan con sus propios fondos y condiciones. Los africanos deben unirse.

P. ¿Qué papel tienen las comunidades locales de salud en la lucha contra las Enfermedades Tropicales Desatendidas? ¿Qué importancia tienen?
R. Tienen un papel fundamental. Son clave en la prevención, porque están en el terreno, son las primeras que pueden actuar. Deben estar bien formadas, informadas y capacitadas para responder.
Por ejemplo, en enfermedades como la sarna, la prevención es fundamental. Si las comunidades conocen las medidas de prevención, se puede evitar la propagación. No se trata solo de aplicar medidas técnicas, sino de hacer entender por qué son importantes. Muchas veces las personas no comprenden el valor de ciertas acciones preventivas, y eso impide que se apliquen correctamente.
P. Me gustaría hablar ahora del papel de las mujeres en la ciencia, especialmente en el campo de las Enfermedades Tropicales Desatendidas. ¿Cuál es la situación actual de las científicas en Camerún? ¿Tienen las mismas oportunidades que los hombres? ¿Existen desigualdades en cuanto a reconocimiento, financiación o posibilidades de desarrollo?
R. Sí, claro que aún hay muchas desigualdades. Las mujeres enfrentamos más dificultades para acceder al reconocimiento, para obtener financiación o incluso para ejercer nuestras funciones en igualdad de condiciones. Esto sigue siendo un gran desafío.
En el ámbito de las ETD, algunas de nosotras —las que hemos logrado cierta visibilidad— hemos decidido unirnos. Por eso, el año pasado creamos una iniciativa llamada Women in Neglected Tropical Diseases (WINs). Reúne a mujeres líderes de distintos campos para combatir estas desigualdades de género, tanto en el trabajo de campo como en los espacios de toma de decisiones.
No se trata solo de nuestras posiciones como líderes, sino también de mejorar la implicación comunitaria. Muchas intervenciones en terreno siguen siendo demasiado jerárquicas y no tienen el impacto deseado, a pesar de la cantidad de dinero que se invierte. Pensamos que si escuchamos primero a las comunidades, especialmente a las mujeres, podríamos aplicar mejor esas estrategias y obtener resultados más sostenibles.
Por ejemplo, estuvimos en una reunión donde se hablaba de los carnés de vacunación de los niños. La sala estaba llena de hombres, pero ninguna mujer. Sin embargo, ¿quién es la persona que lleva al niño al centro de salud? La madre. Estas ausencias se repiten una y otra vez.
Y en las comunidades más cerradas, donde las ETD son frecuentes, las mujeres ni siquiera pueden asistir a las sesiones de sensibilización. Por eso queremos crear espacios donde puedan expresarse libremente. A veces, es necesario empezar con reuniones solo de mujeres para que puedan hablar sin restricciones. Luego, poco a poco, abrir el diálogo con los hombres.
P. ¿Cuál es su perspectiva a 5 o 10 años vista? ¿Cómo imagina el futuro de las ETD y el rol de las mujeres científicas africanas en el contexto internacional?
R. Si logramos cambiar el paradigma e implementar la integración real —no solo en los documentos de la OMS— en cinco años podrían cambiar muchas cosas. Nuestros hijos podrían hablar de las enfermedades tropicales desatendidas como algo del pasado. Pero si no actuamos, seguiremos aplazando las metas. Primero dirán que se eliminarán en 2030, luego en 2035, y así sucesivamente. Incluso puede haber un resurgimiento de enfermedades que se creían erradicadas.
Necesitamos políticas valientes. Y debemos convertir los desafíos —como la reducción de fondos— en oportunidades. Si las mujeres nos unimos, colaboramos y actuamos con solidaridad, creo que podemos cambiar muchas cosas. Pero si no hay inversión real, nos quedaremos donde estamos. Quizás lograremos detectar un 4% de los casos en vez del 2%, pero no podremos decir que la enfermedad ha sido eliminada.
Mi sueño es que en diez años, al menos, hayamos eliminado lo suficiente para que muchas personas ya no sufran. Que la detección esté completamente en manos de las comunidades, que entiendan, que actúen y que la estigmatización, especialmente hacia las mujeres con discapacidad, haya disminuido.
Porque hoy en día, si una mujer queda discapacitada, queda excluida de la sociedad. En cambio, si es un hombre, le buscarán una esposa, incluso la más bella. Esa es una realidad dura. Pero si trabajamos juntos, si África se despierta, puede transformar todos estos retos en oportunidades.