RD Congo y Ruanda firman la paz de Trump
🇷🇼🇨🇩 El 27 de junio de 2025, Ruanda y República Democrática del Congo firmaron un acuerdo de paz mediado por Estados Unidos. Analizamos quiénes salen ganando y quién pierde.
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Bajo la atenta mirada de un retrato de Colin Powell, los ministros de Exteriores de República Democrática del Congo (RDC), Thérèse Kayikwamba Wagner; y Ruanda, Olivier Nduhungirehe; y el Secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio; firmaron el pasado 27 de junio un acuerdo de paz que para el vicepresidente JD Vance supone “el comienzo de una nueva historia, una historia de prosperidad y paz" tras 30 años de “luchas (…) y matanzas” entre los dos países. Un éxito diplomático para Estados Unidos que consigue acercar a dos vecinos en guerra desde hace décadas.
La nueva paz busca poner fin a un conflicto prolongado que hunde sus raíces en las consecuencias del genocidio ruandés de 1994 y que se ha visto potenciado por las diferencias étnicas y la riqueza mineral de la zona. En su etapa actual, dicho conflicto, con todas sus variantes y mutaciones (incluidas dos grandes guerras regionales), estalló de forma pública y notoria en enero de este mismo año, cuando los rebeldes del Movimiento 23 de Marzo (M23) se hicieron con dos capitales regionales en el este de RDC. Primero tomaron Goma, capital de Kivu del Norte y ciudad fronteriza con Ruanda, y pocas semanas después conquistaron Bukavu, en Kivu del Sur. La ayuda ruandesa a los rebeldes fue y ha sido clave en su avance y consolidación y supuso la ruptura total de las ya deterioradas relaciones entre Kinsasa y Kigali.
Desde entonces y como ha explicado en varias ocasiones el portavoz del M23, Cornellie Nangaa, el grupo junto con la formación política Alianza Río Congo (AFC), ha establecido una administración paralela en los territorios bajo su control los cuales se extienden a la práctica totalidad de la frontera oriental del Congo que discurre entre los lagos Kivu (al sur) y Eduardo (al norte) y varias decenas de kilómetros hacia el interior.
Un acuerdo que se repite
No es la primera vez que se intenta poner fin a las hostilidades en el este congoleño y eso es patente en el que Trump ya ha bautizado como “Acuerdo de Washington”, un pacto que le ha servido al mandatario estadounidense para apuntarse un nuevo tanto como negociador de paz en el mundo tras mediar en la crisis entre India y Pakistán y recientemente, entre Irán e Israel.
Al acuerdo firmado en la Casa Blanca, le han precedido en los últimos meses y años otros firmados bajo la supervisión de distintos mediadores, destacando la iniciativa de Luanda liderada por la Unión Africana (UA) y Angola, que ha ejercido de interlocutor de ambos países hasta el pasado mes de marzo, momento de la irrupción de Catar primero y Estados Unidos después como intermediadores en el conflicto congoleño.
La existencia de estos compromisos previos queda patente no solo por la referencia explícita que a ellos se hace en el texto publicado por el Departamento de Estado de Estados Unidos, sino porque, en esencia, los términos y cláusulas inciden en las mismas cuestiones como el desarme de milicias, el reconocimiento al mandato de MONUSCO, la misión de paz de Naciones Unidas o el respeto a la población civil. Lo realmente novedoso son los apartados en materia económica gracias al impulso de renovado marco de integración económica regional que, más allá de agilizar las relaciones entre vecinos, refuerza la presencia estadounidense en la región de los Grandes Lagos.
A nivel general, el documento incide en el respeto a la integridad territorial de ambos países e introduce limitaciones y prohibiciones al apoyo a actividades hostiles llevadas a cabo por terceros en territorio vecino. El acuerdo obliga a las partes a cesar “de manera inmediata e incondicional cualquier apoyo estatal a los grupos armados no estatales” sin especificar ni dar prioridad a ninguno, al menos en este apartado.
La ambigüedad en esta cláusula, algo común a otros compromisos, obliga a pensar en otros acuerdos o acudir al terreno para tratar de identificar a esos grupos. Por descarte, se entiende que las milicias wazalendo que han sido un aliado clave de las Fuerzas Armadas Congoleñas (FARDC) quedan fuera de este compromiso. Lo mismo aplicaría al M23, que ha contado con el apoyo de Ruanda, pero que no es parte del acuerdo. Así, todo apunta a las Fuerzas Democráticas de Liberación de Ruanda (FDLR) quienes mantienen vínculos con Kinsasa.
De los tres, el único que es mencionado en el acuerdo son las FDLR de las cuales se exige “el fin irreversible y verificable del apoyo estatal (…) y los grupos armados asociados”. Esos grupos además podrán, de forma condicional, integrarse en estructuras estatales en virtud de acuerdos como el Proceso de Desarme, Desmovilización, Reintegración Comunitaria y Estabilización (P-DDRCS). En este caso, solo aplica a grupos activos en RDC, ya que el acuerdo se refiere la posibilidad de integrar a combatientes en el ejército y la policía congoleña.
El final del texto queda reservado a cuestiones de tipo humanitario y fija el retorno “seguro, voluntario y digno de los refugiados”. Según datos de ACNUR, en las provincias orientales de RDC que sufren de forma directa el conflicto, hay más de cinco millones de desplazados. La caída de Goma, centro de acogida regional, y Bukavu ha provocado una nueva ola de desplazamientos hacia otras partes de RDC y países vecinos como Uganda o Burundi.
El agresor y el mediador ganan
El núcleo central de la paz se centra en estos aspectos, pero no dejan de ser disposiciones repetidas y que, hasta el momento, no han solucionado el conflicto. La ausencia del M23 en esta mesa de negociación por sus discusiones por separado con el gobierno congoleño en Catar no auguran un éxito rotundo de este Acuerdo de Washington, por mucho que Trump haya amenazado con “grandes castigos” a las partes si no cumplen lo pactado.
Si hay que hacer balance, lo firmado deja en evidencia que, en caso de haber ganadores, estos serían Ruanda y Estados Unidos y no tanto RDC, aunque el acuerdo ha sido acogido con satisfacción por las autoridades congoleñas.
En el caso ruandés, la no mención a la invasión ruandesa de RDC, donde las Fuerzas de Defensa de Ruanda (FDR) han desplegado unas 4.000 tropas desde inicios de 2024 según diversos informes de Naciones Unidas, supone un primer punto a su favor, aunque en virtud del mecanismo de seguridad a implementar, se entiende que deberán abandonar RDC en el plazo de un mes.
El reconocimiento de las FDLR como amenaza existencial para Kigali y su señalamiento explícito es otro éxito para la diplomacia ruandesa y, por último, la omisión de sus vínculos con el M23 abre la puerta a que Ruanda pueda mantener su apoyo logístico y político al grupo sin interferencia de Estados Unidos y a la espera de ver en qué términos pactan los rebeldes y Kinsasa en Doha, lo que supone además aceptar las tesis ruandesas de que el conflicto es una cuestión interna de RDC.
Pero, sin dudas, el gran vencedor es el único país no involucrado sobre el terreno: Estados Unidos. El presidente Trump reconoció que, con esta firma, Estados Unidos se garantiza “muchos de los derechos mineros del Congo como parte de este acuerdo”.
Hace meses se hizo público un ofrecimiento del presidente Tshisekedi a Trump en términos similares a los que Estados Unidos había ofrecido a Ucrania y que conjugaban ayuda militar y diplomática a cambio de acceso preferencial a minerales críticos y materias primas, una propuesta que con esta firma se concreta.
Gracias a este acuerdo, las empresas estadounidenses acceden a un mercado de minerales críticos. RDC cuenta con importantes yacimientos de, entre otros, tantalio, tungsteno, estaño y cobalto que ahora mismo está controlada por China. Por extensión, el nuevo marco de relaciones establecido con la firma de este acuerdo permite a Washington asegurar el suministro de estos minerales de cara al otro gran proyecto en la región: el corredor Lobito. Así, Trump gana dos nuevos socios, se asegura el acceso a minerales fundamentales en la carrera tecnológica y contrarresta la influencia china en la región, aunque Pekín sigue llevando la delantera.
Celebraciones llenas de críticas desde RDC
A pesar de lo desfavorable que a priori es el acuerdo para RDC, la firma de la paz ha sido celebrada por el gobierno congoleño. El propio presidente Tshisekedi ha dado su apoyo explícito a reconocer a Trump como Nobel de la Paz. En la oposición política, sin embargo, las posturas difieren. Moise Katumbi, segundo en las últimas elecciones presidenciales de 2023, ha escrito en X que el acuerdo supone “un rayo de esperanza para el sufrido este de nuestro país” y ha elogiado a Trump. El reconocimiento al líder americano se ha mezclado con críticas directas a Tshisekedi y a sus políticas represivas.
Por su parte, Denis Mukwege, también excandidato presidencial y una de las voces más críticas respecto a las negociaciones entre Kinsasa y Kigali, ha celebrado igualmente la “nueva iniciativa de paz para silenciar las armas y poner fin al sufrimiento de la población civil”, pero ha recalcado que “una paz justa y duradera no se puede lograr a cualquier precio”. Anteriormente, Mukwege se mostró contrario a las negociaciones debido a que, según él, el acuerdo beneficiaba al agresor, en referencia a Ruanda. En el campo ruandés, el ministro Nduhungirehe reconoció que “el camino por delante no será fácil”, pero gracias a los socios “se ha alcanzado un punto de inflexión”.
A grandes rasgos, el acuerdo, aunque es un evidente paso adelante respecto a marcos anteriores, es claramente deficiente en muchos aspectos. Las omisiones de cuestiones fundamentales, la ausencia de actores clave en el conflicto en la resolución del mismo como las FDLR y el M23 y el completo desprecio por la variante humanitaria dejan un texto final que no difiere demasiado con los compromisos previos que han sido ignorados una y otra vez. En los términos firmados es difícil garantizar siquiera el fin de los combates o la integridad territorial congoleña, cuyo gobierno deberá negociar ahora con el M23 en Catar otra paz que, tal vez, sea la definitiva.