¿Qué hay detrás del envío de fertilizantes rusos a Malaui?
🌽 Malaui es el primer país africano en recibir un lote de fertilizante ruso desde el inicio de la guerra en Ucrania.
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Autor: Diego Menjíbar Reynés
Malaui ha sido el primer país africano en recibir un lote de fertilizante ruso desde el inicio de la guerra en Ucrania. La donación del gobierno de Vladimir Putin a este país llega después de que el cargamento, con 20,000 toneladas de fertilizante NPK de la compañía rusa Uralchem-Uralkali, permaneciera bloqueado en un puerto de los Países Bajos hasta el 29 de noviembre del año pasado, día en que partió rumbo a Malaui.
Este se enmarca dentro del acuerdo humanitario facilitado por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y las Naciones Unidas para tratar de frenar la inseguridad alimentaria que sufre el país, pero la cada vez más frecuente presencia rusa en territorio africano plantea incógnitas acerca de los intereses diplomáticos encubiertos por parte del gobierno de Vladimir Putin en la región.
La pregunta, pues, parece obvia: ¿Qué hay detrás de este acercamiento supuestamente altruista en Malaui? La respuesta, sin embargo, no es tan simple.
El origen del acercamiento ruso en Malaui
El 22 de julio de 2022 se firmaron en Estambul dos acuerdos donde se permitía la exportación de millones de toneladas de grano y otros productos alimentarios que permanecían bloqueados en los puertos ucranianos. Además, se estableció que los cereales y los fertilizantes procedentes de Rusia quedaban exentos de las sanciones internacionales impuestas por muchos países del mundo.
El objetivo de estos acuerdos no era otro que el de “abordar de forma urgente la crisis del mercado mundial de fertilizantes en la que los pequeños agricultores de los países en vías de desarrollo no pueden producir alimentos debido al alto costo de los bienes”, en palabras del PMA. En otras palabras, aliviar la crisis alimentaria mundial provocada por el conflicto, especialmente en los países más pobres.
La donación de Rusia viene al hilo de la conocida como Iniciativa del Cereal del Mar Negro, financiada por la ONU y diseñada con el objetivo de poner fin a las interrupciones en las exportaciones provocadas por la invasión rusa de Ucrania. Aún así, los acuerdos, que se renuevan automáticamente cada cuatro meses, expiraron el 18 de marzo, y el Ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, ya ha tildado de “complicada” la renovación de estos.
En lugar de los cuatro meses establecidos, Rusia sugirió que se permitiera la renovación del acuerdo por la mitad del tiempo, es decir, 60 días, argumentando que “las exenciones a las sanciones para los alimentos y fertilizantes rusos anunciadas por Washington, Bruselas y Londres no se aplican”, según el viceministro ruso de Exteriores, Serguéi Vershinin. Unas declaraciones que Estados Unidos ha tildado de falsas y que, a su vez, siembran el miedo en los campos africanos: las tensiones podrían hacer tambalear el acuerdo y afectar a los envíos de grano y fertilizante.
Un envío tardío con bastas intenciones
Tras los acuerdos se estableció la donación por parte de Uralchem-Uralkali, una multinacional rusa vinculada con el Kremlin, de 260,000 toneladas de fertilizantes a los países africanos con más riesgo de sufrir inseguridad alimentaria. Malaui ha sido el primero en recibir una parte: 20,000 toneladas, una cifra que representa sólo el 3% de su requerimiento anual de fertilizantes, que asciende a 600,000.
Pero hay un detalle que no se puede pasar por alto: el cargamento ha llegado tarde y muchos agricultores no han tenido acceso al producto durante la época de siembra, lo que ha afectado al rendimiento de las cosechas, desatando un efecto perjudicial en las estadísticas del hambre en el país. Unos 3,8 millones de malauíes sufren inseguridad alimentaria severa y el pasado verano Malaui fue incluido en la lista de inseguridad alimentaria de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
El 6 de marzo de 2023, en un acto organizado por el embajador de Rusia en Malaui, Nikolai Krasilnikov, y con la presencia del Ministro de Agricultura, Samuel Kawale, el himno ruso sonó en las calles de Lilongüe, la capital del país, con las banderas de ambos países alzadas al aire. “Viniste a nuestro rescate cuando más lo necesitábamos”, agradeció Kawale, quien describió a Rusia como “un verdadero amigo”.
Sin embargo, esas declaraciones chocan con la posición diplomática del país: el año pasado, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, Malaui votó a favor de censurar a Rusia por su invasión de Ucrania, cosa que no hicieron más de 15 países africanos, los cuales se abstuvieron. Además, la expresidenta del país, Joyce Banda fue nombrada “embajadora de cereales” en Ucrania, prometiendo ayudar a Kiev a identificar a las naciones que más necesitan exportaciones de cereales.
¿Qué quiere Rusia a cambio?
El Kremlin espera que los líderes del continente presionen para levantar las sanciones internacionales contra su país durante la segunda cumbre Rusia-África, que tendrá lugar en San Petersburgo a finales de julio de 2023. Durante el acto de entrega de los fertilizantes, Krasilnikov reiteró la invitación por parte de Putin a su homólogo en Malaui, Lazarus Chakwera.
En declaraciones al diario británico The Guardian, Kawale dijo que esperaba trabajar con Rusia en el desarrollo agrícola del país. No existe un apoyo ferviente de la población malauí hacia Rusia, pero en un país en el que el 80% de la población se dedica a la agricultura de subsistencia, las necesidades básicas a las que se ve sometida la ciudadanía prevalecen por encima de la política: a los campesinos no les importa de donde provenga la ayuda, siempre y cuando esta llegue a tiempo.
Eso fortalece aún más la posición de Rusia, el mayor exportador de fertilizantes del mundo, que sigue extendiendo su influencia en el continente africano para obtener el apoyo diplomático que tanto necesita.
¿Influencia sin éxito?
Pese a todo, la posición oficial del gobierno de Malaui sigue siendo la misma que expresó el presidente Chakwera a Zelensky en agosto de 2022: apoyar la defensa de Ucrania frente a la invasión rusa. Desde entonces, Rusia ha dado pasos para dar la vuelta a la situación y poco a poco ganarse su apoyo: donaciones de fertilizantes, un embajador amigable en la región y la promesa de apoyar a Malaui en la batalla contra el cólera, cuyo brote actual es el peor de la historia, con 1.660 muertos y casi de 57,000 contagios desde marzo del año pasado.
Aun así, la presencia rusa en África no es nada nuevo. Durante las últimas décadas se ha convertido en uno de los actores más importantes en el suelo africano en sectores tan variados como la agricultura, los hidrocarburos, la energía, el transporte o la digitalización. Rusia busca nuevos amigos para evitar el aislamiento internacional, y los está encontrando en la región más pobre del planeta: aquella que todavía no puede permitirse el lujo de hacer una carrera en solitario y que precisa de socios económicos potenciales.
Según el analista Joseph Siegle, la estrategia de Rusia en África es oportunista y calculadora: “[Rusia quiere] asegurar un punto de apoyo en el Mediterráneo en la frontera sur de la OTAN, desplazar la influencia occidental y normalizar la visión del mundo de Rusia. En otras palabras, África es un medio para los fines estratégicos más amplios de Rusia”.
En un momento de repliegue de Occidente en el continente africano, con Francia como principal afectado, Moscú trata de consolidar su papel de gran potencia en un contexto global cada día más polarizado. La donación de fertilizante podría interpretarse como una forma de que Moscú haga evidentes sus cartas y derivar en una mayor presencia rusa en Malaui, un país que perteneció a la Commonwealth y cercano a Estados Unidos.
Por ahora, tal y como explica el analista político George Phiri, “Malaui parece tener una posición ambivalente”. Queda en manos del país decidir a quién apoya. Una decisión que se hará visible en la cumbre Rusia-África de julio de 2023.
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✍🏽 Diego Menjíbar Reynés es periodista y fotógrafo especializado en derechos humanos y desarrollo global. Ha trabajado en Nicaragua, Grecia, Serbia, Guinea Ecuatorial y Malaui. Sus trabajos se han publicado en The Guardian, El País, Ara Cataluña y Público.