María Iglesias: "Me da vértigo cómo despachamos tan alegremente el jugar a ser Dios con la vida de una persona"
📚 Hablamos con María Iglesias, autora de la novela Puro Empeño, sobre migración, hacer el bien, paternalismo blanco y el poder transformador de la palabra
María Iglesias habla desde su Sevilla natal a un par de días de ir al Festival Internacional de Cine y Memoria Común en Nador. Allí estará una semana y presentara su última novela, Puro Empeño, una que cuenta la historia de dos amigas, Simone y Alba, y el futuro de un bebé. La periodista y escritora presenta varios dilemas sobre la adopción, el poder que ejercemos invisiblemente incluso las personas progresistas desde el norte hacia el sur y el debate sobre si obramos mal, aún queriendo hacer el bien.
La migración siempre ha estado en el corazón de tus libros. ¿Por qué?
La verdad es que el desarrollo de mi carrera tanto periodística como literaria en el ámbito de la migración ha sido natural y orgánico. Tengo cuatro novelas, la primera es de tipo histórico inspirada por un bisabuelo mío, un niño vaquero de Cantabria, que vino con su padre a Cádiz y pusieron una carbonería. Fue a raíz de la primera entrevista de esa novela que me dijeron que por qué había escrito sobre un migrante. Yo no había caído que mi bisabuelo era un migrante, solo un hombre buscándose las habichuelas. Es muy sintomático de cómo estamos educados y construidos para reconocer el migrante en el otro pero no en nosotros
Después ya en 2016 tenía mellizos de 3 años y una niña de 9. Supe por noticias de la radio que había una serie de bomberos andaluces acusados de tráficos de personas en Lesbos y ahí me lié la manta a la cabeza queriendo aportar a favor de esos bomberos injustamente acusados Ver en la playa de noche llegar las pateras hizo que se me cayera una venda que me ha cambiado para siempre. A partir de ahí sí me he especializado en el tema migratorio y de ahí nace Horizonte, contando la historia de Sani Ladan, que luego escribió en paralelo él mismo en La luna está en Duala.
¿En qué se diferencia este libro de Horizonte o tus otros libros migratorios?
Son dos novelas que tienen puntos en común y muchas diferencias. En común tienen que tratan el tema migratorio y la violación de derechos humanos. Pero Puro Empeño es una historia con menos cantidad de personajes, unos cinco, donde su visión llegara de manera directa al lector a través de la primera persona. Es un libro mucho más íntimo donde se explora el dilema norte-sur y donde el lector o lectora pienso que va entendiendo a cada uno de los personajes y estando más o menos de acuerdo sin que sea fácil posicionarte al 100% a favor de cada uno.
Simone y Alba son amigas. La amistad es un recurso que utilizas por encima de las relaciones familiares o amorosas. ¿Refleja eso tu forma de ver la vida? ¿Son los amigos el refugio para las cosas más íntimas?
Al escribir de tema de derechos humanos me vengo topando incansablemente con el argumento de que la vida es una escala de grises, no es cuestión de buenos y malos. Al cabo del rato te das cuenta que la escala de grises es terrenos oscuros. Hay una idea de que la especie humana tiene grados de malignidad. Es algo que ha hecho mucha fortuna si te fijas en las creaciones culturales de libros, películas, series, pero lo desmiente mi experiencia vital.
Eso mismo me pasa con la amistad. Relaciones como el amor romántico es lo que tiene aparejado una mayor atractivo y la familia es una gran fuente de conflicto y se explora mucho. En cambio hay dos elementos que están presentes en todos mis libros: la amistad y el deseo.
Entonces, ¿dirías que la mayoría de la gente es buena?
La mayoría social es ética y bienentencionada de forma natural. Es más atractivo para mí explorar el por qué de ser bueno que el malote. Las razones del mal son simples y antiguas, una serie de pulsiones: la avaricia, el poder, la dominación, el sexo... que no tiene más misterio. En cambio, ¿por qué las personas intentan actuar bien o les sale la empatía y la solidaridad cuando les complica la vida?. Me viene a la cabeza esos bomberos, pues estas personas en sus días libres van conduciendo desde Sevilla hasta Lesbos porque llevaban el barco con el que iban a rescatar, y aun así afrontan que les acusen de tráfico de personas. Me suscita curiosidad por qué hace esto si se complica la vida, por qué esa conducta tiene menos foco. Quizá ese es el interés del sistema, que no lo veamos.
Tus personajes son multiculturales: dos amigas europeas, una española y una francesa, y una mujer marroquí y un hombre maliense. ¿Buscabas reflejar ese mundo multicultural en el que vivimos?
Para mí era muy importante crear el conflicto entre las dos primeras protagonistas, dos mujeres europeas de dos países distintos. Hay una relación distinta de Francia y España con África por nuestras diferentes experiencias coloniales y tb con la democracia. Aunque el libro es breve, recorre dos décadas pasadas y cómo en nuestros países se han ido viendo el avance de la extrema derecha.
También buscaba ofrecer una mirada blanca occidental, que aunque teóricamente deconstruida y se autodefinirían como antirracistas, incurren como tú y yo en prejuicios y estereotipos que no se dan ni cuenta. Solo te das cuenta cuando tienes enfrente a gente africana y a veces con la mejor intención incurres en el paternalismo, lo que les interesa y conviene.
En eso es muy interesante a posteriori cuando ahora lo estoy compartiendo ver la reacción de los lectores respecto al conflicto de partida. Esa pulsión por pensar que indudablemente un menor africano al 100% estará mejor en el Occidente blanco. Es muy llamativo.
Justo te quería preguntar por eso. Lo que me gusta de la novela es que plantea un dilema moral: si debemos saltarnos la ley por un bien. Ahora, ¿por qué está bien? Es decir, ¿quién decide que esa opción es el bien y la otra el mal, nuestra mirada blanca? ¿Es objetivamente la mejor opción el separar a un niño de su madre, aunque sea adolescente, sin recursos y soltera?
A mi el vértigo que me da es cómo despachamos tan alegremente el jugar a ser Dios con la vida de una persona. Decir: le voy a cambiar el destino a un ser humano y va a ser para bien. Y a la vez desechamos como una ingenuidad, el remangarnos a construir unas relaciones intercontinentales de justicia. ¿Cómo nos podemos arrogar el derecho de la varita mágica de cambiar a un ser humano y despreciamos tan a la ligera la posibilidad real, porque es una decisión política, de establecer el derecho de reciprocidad del viaje.
En ayudar a un niño o niña africana hay un cierto buenismo también paternalista. En España vemos mucha gente de izquierdas buenista, muy de cooperación, pero no cambiar las cosas.
En la novela lo que hago es explorar todos estos dilemas. No tengo la respuesta mágica porque como tú dices hay ayudas puntuales que si alguien no las recibe va a notar su ausencia, esto es obvio. Pero en el camino de deconstrucción mental para construir una realidad más habitable para todos tenemos que ver que nos crían en alabar heroicidades individuales pero en que neguemos la viabilidad de las construcciones colectivas.
En el caso del libro es la sustracción de menores. En una sustracción hay una perversidad en elegir a la persona: salvo a este y no al otro. Esto es algo que se evita en el sistema de adopción legales internacionales, pero de base el sistema implica un expolio en grado sumo. El expolio de la riqueza máxima que tienen las tierras el fruto mejor que es su gente. Y ya si no se cuida la transmisión de la identidad y se hace borrón y cuenta nueva hay unas pérdidas. La importancia de estar arraigado es clave y se ve a la hora de la muerte con la importancia de la repatriación de los cadáveres. Esto no lo podemos despachar tan fácil. ¿Por qué no ponemos en cuestión que el sur la adopción y el norte el adoptante y no al revés?
¿Ese debe ser nuestro objetivo, trabajar por un cambio colectivo, no individual?
Sí. Por el camino lidiamos con nuestras contradicciones. La que dice yo soy legalista se quita del medio el complicarse ella, pero el objetivo colectivo tiene que ser este. El mundo está caminando de una manera se nos viene encima el fascismo de toda manera. O nos creemos el sistema de legalidad internacional de derechos humanos y multilateral o se nos cae todo el andamio al suelo. Lo estamos viendo con Gaza.
El ultra capitalismo expoliador y abusivo no se contenta con mantener en los márgenes al Sur global, expande su marcha por el Norte salvo que nos remanguemos y nos pongamos a trabajar.
Si el mundo es bueno, ¿por qué hay tanto odio al migrante y por qué crece el fascismo?
Que seamos buenos no quiere decir que seamos angélicos. El título va como autocrítica de mí misma en ese sentido. Uno de los grandes defectos de las personas de izquierda y progresistas es que estamos tan convencidos de nuestros principios que nos obcecamos en que siempre tenemos la razón. Hay que escuchar a la gente y no solo para decir soy demócrata, sino porque a lo mejor descubrimos otras perspectivas complementarias que limitan defectos nuestros. Eso no lo encuentro. Yo soy de 1976 y crecí sin entender cómo habíamos llegado a la Guerra Civil y Guerra Mundial, ahora no me extraña tanto porque teniendo tantas virtudes incurrimos en ese puro empeño.
Pero entonces, ¿por qué el miedo al extranjero?
Existe una pulsión parecida, un impulso semejante, en el origen de muchos movimientos migratorios que lo que está echando en brazos de la ultraderecha a mucha juventud del norte: el anhelo de un futuro mejor. Por el mismo anhelo de un futuro mejor hay gente del Sur global que no puede realizarse allí, que no tiene por qué ser una guerra o pasar hambre, y que emigra. Eso le pasó a Sani. Ellos lo focalizan en el norte pensando que está garantizado al 100%. Aquí en cambio es que no puedo tener un piso, un trabajo, etc. Y llega el fascismo y promete la transformación.
¿Hay un mayor odio hacia los magrebíes que a los subsaharianos?
Por supuesto. En España hay un problema de islamofobia histórica. Estamos criados en dar la espalda y recelar de los inmediatos vecinos. En el sur del que yo soy, Andalucía, eso es especialmente doloroso porque implica una negación de nuestra identidad. Fuimos durante 8 siglos, más tiempo que el que llevamos sin serlo, este pueblo mestizo y vivimos negándonos a nosotros mismos. Por qué viene la gente a Andalucía nuestros monumentos: pue por la Alhambra de Granada, la Mezquita de Córdoba, la Giralda de Sevilla, ¿y eso qué son?
Hay una campaña de Vox de islamofobia y antifeminismo, cuando es el fascismo el que nos tiene reservado a las mujeres una vuelta a los roles del franquismo, mujer en casa a la procreación y lo doméstico.
¿Es la literatura un refugio para abrir la humanidad de las personas? ¿Puede tu libro abrir la mente a un joven español que piense votar a Vox?
Creo profundamente en el poder transformador de la palabra, lo que más me define es comunicadora. Lo concibo como aportaciones a la conversación colectiva para que entre todos intentemos construir la mejor convivencia posible. En ese camino hago artículos periodísticos y escribo novelas.
Es verdad que en las novelas y en la ficción cinematográfico o audiovisual el vínculo que se genera entre la historia y el lector o espectador es un vínculo más íntimo por el espacio en el que se produce la comunicación, por el tiempo que se invierte, la disposición personal cuando uno abre un libro. Sí creo que es más fácil lograr una conexión emocional y una identificación.
Claramente elijo busco contar estas historias con la pretensión de llegar a personas que en principio no sean como yo, que me he especializado en temas migratorios, sino gente que entre en una librería con ganas de vivir el viaje que es el de leer un libro. Que quiera vivir esa experiencia. Nosotras hemos tenido la oportunidad de deconstruirnos en viajes al continente africano y quizá este libro sea un primer paso para que esas personas puedan acercarse a estas realidades.



