Los presidentes que más años llevan en el poder en África
Cuando Paul Biya llegó al poder en Camerún, la gran mayoría de la población ni había nacido. Al sur, en Guinea Ecuatorial, prácticamente nadie recuerda cuando el presidente Teodoro Obiang Nguema dio el golpe de Estado en 1979 que derrocó a su tío, Francisco Macías Nguema. Un pelín más al sur, Denis Sassou-Nguesso llegó al poder el mismo año que Obiang, y ahí sigue. Entre los tres suman 244, una media de 82 años que cuadriplica la del total de la población de sus países, de menos de 20 años. Unos ancianos que superan de largo la esperanza de vida gobiernan sobre una mayoría de niños y adolescentes. [ihc-hide-content ihc_mb_type="show" ihc_mb_who="4,5,6" ihc_mb_template="3" ]
Al menos siete presidentes africanos llevan más de veinte años en el poder, desde el octogenario Biya hasta el más reciente, el presidente de Ruanda, Paul Kagame. La longevidad de estos dirigentes acrecienta una brecha generacional que desconecta a sus gobiernos de una población cada vez más joven. Esto tiene un efecto directo en el desarrollo democrático, social y económico del país. Ninguno de los siete países con líderes que superan dos décadas gobernando es considerado democrático, limpio de corrupción o libre, según los principales indicadores de referencia de The Economist, Transparencia Internacional y Freedom House. Detrás de esta tendencia se esconde una realidad tan triste como incómoda: los mandatarios se atrincheran en el poder porque pueden. Tres motivos históricos, culturales y legales les amparan. Por un lado, está el factor de haber sido muchos parte de los líderes que llevaron a sus países a la independencia, lo que les otorga un aire de divinidad con derecho al poder absoluto. A ello se le suma la parte cultural del funcionamiento precolonial de la mayoría de pueblos africanos que persiste en la actualidad, en el que el anciano es el jefe al acumular la sabiduría de toda una vida. Por último aparece un componente legal: no hay protección para los dirigentes al retirarse. Al retirarse de la presidencia, muchos temen perder todo el poder y ser perseguidos por sus sucesores. Es algo que le pasó al expresidente de Angola, José Eduardo dos Santos, que a pesar de colocar a un delfín en su asiento y firmar cláusulas para una retirada dorada e inmunidad, tuvo que autoexiliarse ante la persecución a su familia. [/ihc-hide-content]