Los Fulani contra Nigeria, o cómo una etnia vulnerable busca una salida en la violencia
El conflicto entre pastores nómada Fulani y agricultores en el cinturón central de Nigeria es uno de los más mortíferos del continente. Te lo contamos desde el terreno.
Existe un conflicto en Nigeria que comenzó en la década de los 80 pero que vive su auge desde hace una década, aunque apenas es conocido por el público en Europa. Se trata del conflicto comunal que afecta a los pastores de la etnia fulani, una enorme comunidad de mayoría musulmana con 40 millones de individuos divididos por África Occidental, y los agricultores pertenecientes a cualquiera de las otras 250 etnias que conforman Nigeria. Hasta 60.000 personas han fallecido desde 2001 como consecuencia de este conflicto enrevesado en sus causas, enormemente complejo en su desarrollo y de difícil solución.
🤭 Reportajes como estos son posibles gracias a la implicación de nuestros colaboradores y el apoyo de nuestros miembros premium. Puedes hacerte premium por 50 euros al año o 5 al mes👇🏼
Unos pastores fulani asesinaron a dos profesores de la escuela de Kwi, Nigeria, en agosto de 2023. Un azar retorcido quiso que las víctimas se tratasen de un joven matrimonio que celebró su boda tres meses antes: a ella le segó la vida con 23 años un disparo en la cabeza; él, de 27, no superó el camino al hospital por la bala que se alojó en su pecho. El pueblo llora desde entonces lo sucedido, entre rabiosos y rotos. Emmanuel, el subdirector de la escuela, recibió durante el mismo ataque un machetazo en el estómago que sobrevivió por esas incógnitas que nos conceden y arrebatan sin que logremos entender por qué. Aunque consiguiera salir vivo, Emmanuel también experimenta una rabia incontenible contra quienes asesinaron a sus compañeros y le pegaron a él una paliza antes de herirle. Su historia no es una de perdón, sino de odio.
“Supe que me habían clavado el machete porque de pronto sentí mucha hambre y noté que mi camisa estaba mojada”. Ahora se encuentra sentado, debilitado, con las medicinas próximas y esforzándose por no gritar mientras sus ojos relampaguean. “Tenía las tripas fuera, ¿sabes?”
Rabia. Esta es la palabra. El subdirector asegura que los fulani “sólo utilizan las balas cuando sus objetivos están situados a cierta distancia. Cuando están lo suficientemente cerca, sacan el machete para no malgastar munición”. Y no duda en señalar que los atacantes eran jóvenes, que algunos de ellos rondaría los quince o dieciséis años cuando se convirtieron en asesinos. Porque los atacantes no formaban parte de una mafia local, ni siquiera eran milicianos o miembros de una guerrilla: eran pastores, niños, civiles armados cuya morada se encuentra a apenas cinco kilómetros de Kwi, en una aldea conocida como Fass.