Las mejores olas de surf en África
Se pone el sol en la Bahía de Jeffreys. Entre la Garden Route y la Sunshine Coast de la costa de Sudáfrica se forman las mejores olas del continente africano. Miles de surfistas corren por sus playas durante las últimas horas de la tarde para apurar la mejor ola: desde la inmensidad del pico, sorteando el tubo hasta dejarse llevar por la espuma que recoge la arena clara y esquiva algunas rocas oscuras. La bahía, conocida entre el gremio como J-Bay, es la ola reina de África y la meca de este deporte. Por allí han pasado reconocidos surfistas como Tom Curren, Mark Occhilupo o Jordy Smith. En 2015, durante una de las competiciones internacionales, el australiano Mick Fanning tuvo un incidente con un tiburón blancode tres metros y medio de largo. Sí, también hay tiburones en J-Bay. A pesar de que Sudáfrica alberga una de las mejores playas para practicar el deporte del mar, no es el único país surfero de África. [ihc-hide-content ihc_mb_type="show" ihc_mb_who="4,5,6" ihc_mb_template="3" ]
África es el continente que más litoral arenoso tiene en el mundo con un 66% del total de su línea de costa, lo que da pie a otros destinos ideales para el surf. Marruecos al norte, Senegal, Liberia y Ghana en la costa de África Occidental o Namibia, Sudáfrica y Madagascar en la esfera sur son los lugares que no debes perderte si quieres surfear las mejores –y más grandes– olas del continente.
Un sinfín de posibilidades
De entre los 55 países que conforman África, 40 tienen salida al mar. A pesar de que algunas de sus zonas están reservadas para el buceo en el Mar Rojo o complejos turísticos en Zanzíbar o Túnez, el surf se ha abierto paso durante estos últimos años en el continente. Con grandes franjas de territorio frente al mar Atlántico y corrientes provenientes del Atlántico Sur y el Océano Índico, África es ya el escenario de prístinas olas y barriles vidriosos.
Sudáfrica y Marruecos son las estrellas y hogar de las únicas competiciones mundiales que se celebran en África. En el país del sur, la competición Ballito Pro en la ciudad de KwaZulu-Natal reunirá a partir del próximo 29 de junio hasta el 10 de julio a alrededor de 200 competidores en un entorno paradisiaco. Por su parte, Marruecos tuvo que aplazar la segunda edición del campeonato mundial Pro Search en la Bahía de Taghazout debido al avance de la variante ómicron y el cierre de las fronteras nacionales. En Senegal, la isla Tiny N’gor, cerca de la capital Dakar, es el hogar de la ola más famosa del país: la NGor Right. Tanta es su popularidad que aparece en la película de 1964 The Endless Summer. Aunque no tenga la afluencia de surferos como otras en el continente, su popularidad promueve que cientos de personas viajen al país empujados por la amabilidad de sus lugareños. Siguiendo por la costa de África Occidental, Liberia aguarda el secreto mejor guardado. Perjudicado por la guerra civil y la epidemia de ébola de 2014, pocos se han atrevido a viajar para disfrutar de su surf. La realidad es que la aldea pesquera de Robertsport, a tres horas en coche de Monrovia, esconde un paraíso para surfistas que a su vez pueden disfrutar de la tranquilidad de la zona. A 1.400 kilómetros de distancia, la capital no oficial de Ghana, Busua, es la opción perfecta para seguir huyendo de las playas prototípicas de África. Dicen que sus olas son perfectas para principiantes y novatos desde el mes de mayo hasta agosto. Al sur del continente y respaldados por la afluencia de surfistas en Sudáfrica, otros países como Namibia, Mozambique y Madagascar se abren paso. Ubicada en las áridas costas de Namibia, Skeleton Bay, apareció en el mapa cuando literalmente el estadounidense Corey Lopez encontró la bahía en Google Earth y viajó hasta allí. El surfero cabalgó la ola izquierda de la bahía durante más de dos kilómetros, convirtiéndolo en uno de los paseos en barril más largos del mundo. Mientras, en Mozambique, Ponta do Ouro y Praia do Tofo son las joyas de la corona para el surf y la fiesta. Al suroeste de la isla de Madagascar en Anakao, las olas rompen a varios kilómetros de la costa en un arrecife exterior obligando al aventurero a organizar un remolque para llegar a las rupturas en alta mar del Océano Índico.
Para un sinfín de preferencias
La inmensidad del continente provoca una oferta surfista durante todos los meses del año. Eso sí, tendrás que volar durante más o menos horas según la época del año. Las tormentas generadas en el interior del Atlántico durante el invierno facilitan la llegada de olas a las costas de Liberia, Ghana, Namibia, Sudáfrica y Madagascar entre los meses de mayo y hasta agosto.
Por el contrario, y debido a la cercanía del Estrecho de Gibraltar y el mar Mediterráneo, los meses de temporada alta y afluencia de olas en Marruecos y Senegal comprende los meses desde septiembre y hasta abril. El caso de Mozambique es particular. Las corrientes provenientes del Océano Atlántico Sur y las del Índico fechan como mejor alternativa a partir de mayo y hasta finales del septiembre.
Estructura mediocre y agua contaminada
Dos de las quejas principales del surfista que quieren adentrarse en las olas del continente son la ausencia de una infraestructura –tablas, material, acceso de carreteras o escuelas de surf– estable que asegure unas condiciones seguras y la salubridad de sus aguas. A finales de 2019, unas fuertes tormentas a las costas de Durban, la tercera ciudad de Sudáfrica y uno de los hot hubs para el surf, amaneció repleta de botellas, envases de plásticos y otros residuos que puso de relieve la contaminación de su mar. Durante ese mismo año, en Ghana la calidad del agua no superó el 36% y en Senegal se acercó al 50%. Por otro lado, las trabas en los visados, las exigencias médicas o la ausencia de unas condiciones de conectividad y transporte hacia la costa desde las principales ciudades inciden en la ausencia de turistas.
Surf en clave africana
A pesar de que estos últimos años el surf africano está tomando el panorama internacional, la realidad es que todavía queda lejos de convertirse en un destino preferencial. Esa lejanía provoca que sus propios habitantes no puedan abrirse paso. En los círculos familiares más tradicionales, surfear no es una opción. Con altas tasas de pobreza y un éxodo de las zonas rurales a las grandes ciudades para sacar adelante a sus familiares, muchos abandonan por el camino su sueño de dedicarse al surf.
A ello se suma la dificultad para viajar por las restricciones sobre los visados que frenan el futuro del surf africano. Aún así, hay algunos que han conseguido su sueño: uno de ellos es Michael February, primer surfero profesional sudafricano negro. Su historia demuestra que sí se puede.
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