Las dos Kenias: norte pobre, sur rico
El término de la España vacía se ha popularizado en los últimos años para reflejar las grandes diferencias de población, economía e inversión entre los núcleos costeros y Madrid y las zonas interiores por otro lado. A miles de kilómetros, un país con una extensión similar sufre un problema similar, aunque en este caso la diferencia queda marcada por una línea invisible e irregular que divide el país de norte a sur casi por la mitad. Las dos Kenias reflejan dos lugares económicamente muy distintos, con un norte abandonado por las instituciones gubernamentales durante años, árido e infra-desarrollado y una mitad sur con mayores prestaciones, tierras cultivables y poder industrial.
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Esa división viene auspiciada por el poder político y étnico. Las cinco principales comunidades que representan casi dos tercios de población y que han ostentado el poder o luchan por él —Kikuyu, Kalenjin, Luhya, Luo y Kamba— viven en esa parte sur, mientras que el norte queda relegado a minorías étnicas desatendidas. En 2013, el país firmó una nueva Constitución que dividía al país por condados y creaba nuevas instituciones regionales con la intención de dar poder de autogobierno a estas comunidades para desarrollar las regiones periféricas del país. El objetivo es incluir a todos en el proyecto de país y acabar con los altos niveles de pobreza.
La pobreza, auspiciada por la tierra
Kenia lleva luchando durante décadas por reducir sus niveles de pobreza y en las últimas décadas sus esfuerzos han cosechado resultados prometedores: en 2006 el país contaba con casi la mitad de la población en situación de pobreza y ahora afecta a un tercio, pasando de un 43,6% a una bajada de diez puntos hasta el 33,4%. El objetivo del gobierno en su Visión 2030 era poder erradicar la pobreza para entonces, pero a menos de ocho años vista el ideal es harto complicado de cumplir.
A ello se suma la diferencia en las tasas de pobreza. Un total de 22 de los 47 condados regionales cuentan con niveles de pobreza más altos que el promedio nacional y diezde ellos superan el 50%. Esos diez se encuentran todos en la mitad norte, con la región más septentrional, Turkana, liderando con casi ocho de cada diez personas en situación de pobreza. Los 10 condados con los niveles de pobreza más altos tienen todos una mayoría de su población de un grupo étnico minoritario, con la excepción de Busia y West Pokot. Se trata de las comunidades Borana —mayoría en los condados de Isiolo y Marsabit—, Somalí —mayoría en los condados de Garissa, Mandera y Wajir—, Orma —mayoría en el condado de Río Tana—, Samburu y Turkana.
Uno de los principales problemas es la falta de inversión en regadío en un país con un componente agrícola vital. El 83% de las tierras del país son áridas y semiáridas, especialmente en el norte y este del país y aún así el riego solo se practica en un 2% de las tierras. De nuevo el factor étnico y poblacional importa, ya que las tierras más arables del centro son las que pertenecen a los grandes grupos como los Kikuyu que han mantenido el poder político durante décadas.
El ratio de pobreza de Turkana es cinco veces mayor que el condado con menor tasa, la capital Nairobi, con un 16,4%. Es precisamente la capital quien genera de largo la mayor contribución económica del país. El condado de Nairobi representa casi una quinta parte del PIB del país –19,83%–, y es la única región que supera un 7%. Destaca que hasta 11 condados no llegan tan siquiera al 1% de contribución al PIB.
La capital es el principal polo económico y de exportación, pero el objetivo de la descentralización era diversificar su importancia y generar nuevos polos económicos. En este sentido, Kenia ha desarrollado el proyecto LAPSSET para exportar desde Sudán del Sur y Etiopía vía el puerto costero de Lamu en la mitad norte del país. El proyecto pasaría por ciudades como Isiolo que incluso se han propuesto como capital del paíspara revivir la zona.
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