"La migración no es una temática, es una condición": Denise Fernandes presenta Hanami en el Festival de Cine Africano (FCAT) en Córdoba
🇨🇻 La película de la directora caboverdiana-suiza habla sobre la identidad, el arraigo, la pertenencia o la pérdida que conlleva el proceso migratorio.
Una década después, Córdoba vuelve a sumarse al Festival de Cine Africano de Tarifa-Tánger. El pasado martes 3 de junio, la Filmoteca de Andalucía acogió la proyección de Hanami, la película de la directora caboverdiana-suiza Denise Fernandes. La cineasta no solo presentó la película, sino que también conversó con el público en un coloquio íntimo y emotivo en el que compartió sus reflexiones sobre identidad y creación artística desde la diáspora.
La presentación de la película contó con la presencia de Marta Jiménez, responsable de comunicación del FCAT; Narci Ruiz Rodríguez, delegada de Educación e Infancia y Cooperación y Solidaridad del Ayuntamiento de Córdoba; y Gaetano Gualdo, parte del comité de dirección del festival. El coloquio fue moderado por Antonio Navarro, crítico y programador del Festival de Sevilla.

Hanami se ha presentado ya en otras ciudades españolas. ¿Qué supone para ti estar hoy en Córdoba?
La primera vez que proyecté Hanami en España fue en Sevilla, en noviembre del año pasado, y la verdad es que la acogida fue muy buena. Esta es mi primera vez en Córdoba, y me emociona especialmente porque hacía ya diez años que el Festival no pasaba por aquí. Siento que es una oportunidad para reencontrarnos con un nuevo público y seguir construyendo.
El título de la película, Hanami, remite a una tradición japonesa. ¿Qué significado tiene para ti?
Me atrajo, en primer lugar, la sonoridad del término y las múltiples interpretaciones que permite. Pero, además, encuentro una conexión simbólica entre Japón y Cabo Verde: ambos son territorios insulares, con historias marcadas por el aislamiento, la partida, el regreso, la espera. Hanami, que en japonés se refiere a la contemplación efímera de la floración del cerezo, evoca una idea de belleza pasajera, de tiempo suspendido. Esa fragilidad de “lo que se escapa” define también el tono de la película.
Podríamos decir que la migración aparece como tema de fondo en Hanami. ¿Es un eje central en tu cine?
Más que una temática, diría que la migración es una condición. Una forma de estar en el mundo. En Cabo Verde es una realidad cotidiana, pero no quería que Hanami fuera una película “sobre la migración”. Ese encasillamiento puede limitarla. Prefiero mirarla desde otro punto, con una reflexión más amplia: sobre la identidad, el arraigo, la pertenencia o la pérdida. Todo ello desde los ojos de una niña. Migrar también es imaginar, es recomponer quién eres en cada sitio.
Llama la atención tu manera de hablar de la vida y de esos viajes. ¿Es un tema que planeas seguir explorando en futuros trabajos?
La verdad que es una temática que me llama mucho la atención, pero no me interesa convertirlo en una bandera temática. Prefiero dejar que las ideas maduren desde lo intuitivo, desde la experiencia. Desde el principio, Hanami no buscó encajar en una categoría. Es una película que invita a sentir más que a entender. Quizás mis próximos proyectos sigan esa línea, pero desde otras formas, otros lenguajes.
¿Cómo ves el panorama del cine africano contemporáneo?
Me entusiasma mucho lo que está ocurriendo. Hay una nueva generación de cineastas africanos —y de la diáspora— que está contando historias desde otros lugares. Mis propias referencias no vienen solo del cine. Yo crecí en la Suiza italiana, y en la escuela estudiábamos a Lorca. Justo en mi viaje de Lisboa hasta Córdoba retomé sus poemas y me sentí muy identificada. Esa es la “condición diaspórica” una inspiración que puede venir de cualquier parte, en cualquier momento. En esos momentos me siento como una esponja.