Jaume Portell: "¿Todos podemos ser ricos? Mentira. Europa necesita una África desindustrializada"
📚 Hablamos con el periodista Jaume Portell, autor del libro "Por que no se quedan en África? Una familia, dos pueblos: Senegal y Gambia más allá del espejo" sobre economía, migración y poder.
Decirle a hablar a Jaume Portell de economía y política africana tiene un riesgo: que si crees que vas a estar media hora, acabas estando dos horas y ni te das cuenta. A final de agosto, la migración ha copado de nuevo los diarios. De un año a otro la ruta Canaria ha aumentado un 126% las llegadas, muchas de malienses que huyen del conflicto yihadista vía Mauritania. El presidente de España, Pedro Sánchez, viaja a finales de agosto a Mauritania y Senegal a intentar contenerlo.
“No es por nada, pero los capítulos los escribí en verano de 2022 y se publicó en abril de 2023. En ese momento nadie pensaba en una ola migratoria como la del año pasado o este”, comenta Portell. “El libro te da condiciones para decir, mira: esta es la situación y está a punto de explotar. Bueno, pues ahora ya ha explotado y la pregunta es: ¿por qué motivo entre 2014 y 2022 nos hemos dedicado a otra cosa?”
Por que no se quedan en África? Una familia, dos pueblos: Senegal y Gambia más allá del espejo, publicado por la Editorial Aledis en castellano y catalán, no es un libro cualquiera, como tampoco lo es Portell como periodista. Este libro habla de migración, pero va a las raíces de por qué cada año vemos más cayucos llegar a las islas Canarias y por qué no frenará.
Portell se embriagó del continente africano con 19 años como buen europeo blanco tras ver Hotel Ruanda, pero la cercanía geográfica, el menor coste y la diáspora senegalesa y gambiana en Cataluña le llevaron más cerca. “En Europa sabemos muy poco de lo que ocurre fuera de Europa, pero África tiene una particularidad. Todo el mundo piensa que sabe algo de Africa por la presencia fuerte de parte de las oenegés. Todo el mundo ha visto un captador de socios de oenegé en Las Ramblas y tiene una imagen preconcebida”, dice el periodista a África Mundi.
A lo largo de 270 páginas, Portell da palos a diestro y siniestro, pero sobre todo azuza al sector de la ayuda al desarrollo y a la promoción de discursos que considera contraproducentes. “El discurso progresista buenista tiene que acabar porque es mentira: ellos no son personas con nosotros, si no se verían abocadas a venir en cayuco. Saben que mienten y respiran aliviadas al decirlo en el fondo”, critica.
El autor además reniega de ello porque cree que no combate las mentiras racistas. “Ese discurso no impugna el análisis de la extrema derecha, lo refuerza. Su discurso es que Europa es un lugar rico, civilizado y funciona bien y África se pobre, salvaje y funciona mal. Si tú no impugnas estos parámetros, su discurso es más efectivo y le entra a la gente aunque no se considere de extrema derecha porque piensan: no voy a querer que esta gente venga aquí porque poco a poco convertirán mi sitio en un lugar pobre, salvaje y que funciona mal”, relata. “El libro va contra la izquierda humanitaria. Considera que su discurso sobre África está fantástico y no deben cambiar nada”, se explaya.
Portell considera que esa visión humanitaria cultivada durante décadas en el que el mensaje único sobre África llegado a Europa ha sido mediante campañas de oenegés con niños hambrientos en las marquesinas de las paradas de autobús es nociva para los propios africanos porque no va a la raíz del problema y les hace sujetos pasivos. “A los africanos no les favorece la cena solidaria para hacer un colegio, uno debe preguntarse por qué no existe un sistema escolar y hace falta esa colecta. ”, explica.
Es la economía, estúpido
El autor se basa en la economía a lo largo de todo el libro explicar problemas tan sencillos como el dominio colonial. “La economía te da unas palancas que no te las da otra perspectiva. Es como ver la realidad con rayos X”, cuenta.
Con números y ejemplos gráficos, el lector entiende por qué un pescador senegalés acaba cogiendo la barca que utilizaba para pescar y viene a Europa. Pero no todos son números, en el libro viajas a Senegal y Gambia, de las ciudades a zonas rurales a conocer a las personas que allí viven y sus historias. “Yo tenía miedo de que si ponía muchos números esto pareciera un informe del FMI y que fuese igual de aburrido y no quisieran leerlo un día en la playa”, confiesa. “Pero es que los números son la puerta de entrada a contar historias mucho más interesantes”.
A lo largo del libro Portell hace un análisis exhaustivo pero sencillo para cualquier lector sin especialidad económica en el dominio occidental de la economía africana, de cómo el continente vive para producir para el norte y sigue manteniendo unas estructuras económicas neocoloniales sesenta años después de la mayoría de independencias de los países africanos.
Es por ello que en este libro el autor intenta poner nombre y apellidos y concretar cuestiones tan etéreas como la pobreza, el hambre o la migración. “África es el continente sin política. Las cosas simplemente ocurren y no hay actores. Hay víctimas pero no verdugos, hay gente que pasa hambre pero no sabemos cómo funcionan los mercados alimentarios, hay monedas que pierden valor y sobre todo no sabemos quién gana”, explica Portell. En su libro decidió incluir un capítulo dedicado a “los ganadores” para hablar de quienes se llevan esa riqueza de África, un tema del que no se habla lo suficiente porque, según sospecha, “entraríamos en conflicto con nuestro mundo”.
Este libro te viene a explicar que no, si se pasa hambre no es simplemente por el cambio climático o la corrupción. Habla de sistemas extractivos implementados en la época colonial que no se han cambiado: de la producción de cacahuete en Senegal para poder exportarla a Occidente y de cómo lo que acaba ocurriendo es que uno acaba importando bienes en lugar de producirlos en su propia casa. De como el paquete de arroz en Gambia, un país que se llama así precisamente por un río que lo recorre de punta a punta, viene de China en lugar de ser cultivado en su propio país o de venir de la vecina Mali.
El libro te da a entender que si los países africanos tuviesen industria y manufacturasen sus propias materias primas, unas que de verdad se necesiten en sus países y no en otros, el continente se desarrollaría. Sin embargo, es una idea que puede parecer simple escrita, pero harto complicada de realizar.
Portell aboga por centrarse en un primer paso: la soberanía monetaria. “Los países africanos no controlan su soberanía monetaria, su sistema bancario esta controlado por el capital extranjero y tiene una vocación rentista: comprar bonos del Estado, dar crédito al capital extranjero y encima después puedes repatriar capital”, dice, y pone un ejemplo. “Tienes a Société General en Senegal que presta a Auchan, que amplía su negocio y compra a unos cuantos comerciantes senegaleses para que le venda la leche bajo precio. Después inunda el mercado de leche importada en Europa a bajo precio y más tarde el dinero lo lleva a Francia. El capitalismo senegalés es extractivo, de rentas i muy inefectivo a la hora de satisfacer a la mayoría de la población”, explica.
Al problema, una solución
El autor pone como ejemplo el desarrollo de países asiáticos como China o Corea del Sur para explicar que sí, con una industrialización es posible el desarrollo real, mucho más que con la ayuda humanitaria. Sin embargo, admite que uno de los grandes problemas es el tamaño de algunos mercados: China sí tiene mil millones de habitantes, pero Gambia tiene solo dos y su poder y atractivo es ínfimo. La solución: unirse. Si en lugar de un mercado de dos millones de personas África comerciase en conjunto sería un mercado de 1.500 millones de habitantes con mayor capacidad de negociación.
Portell asegura que esa unión económica daría un poder enorme, especialmente gracias a que los países africanos producen masivamente para el exterior y que Europa depende en gran medida de las materias primas africanas. “Irónicamente la semilla del panafricanismo son los carteles, como hay tantos países que producen lo mismo si se unen les daría un gran poder de negociación. Esto sería interesante, tipo la OPEP”, afirma, en relación a la asociación de productores de petróleo.
El autor pone de ejemplo a la recientemente creada Alianza de Estados para el Sahel y sus tres países, Mali, Burkina Faso y Níger, que son productores de algodón. Si se uniesen, sería mejor, pero es difícil porque primero son competencia los propios países entre sí y, segundo, por la política. “La unidad es económicamente deseable pero politicamente dificil porque las élites ven amenazados sus privilegios”, dice. “Si tu quieres un cambio estructural estás pidiendo un salto al vacío a una élite política que se beneficia del sistema actual y no sabe si el siguiente le traerá los mismos beneficios”.
El autor asume que el anhelo panafricanista de Kwame Nkrumah, primer presidente de Ghana, es una utopía y que a día de hoy solo sirve para discursos de escritores e intelectuales alejados de la realidad. “Lo único que une a Gambia y Lesoto es que fueron colonizados por el mismo”, dice.
Si tu eres rico, el africano será pobre
Si tuviera que definir el libro con una frase, la dice el propio autor: “Deja de comprar pulseritas. No compres pulseritas”. Portell reconoce que es difícil y criticable esta versión, pero considera que es necesaria para cambiar la base. “Yo sé que si bajan las donaciones podrán apadrinar a 12 niños en lugar de 20 y para 8 niños será una putada que tú no pagues”, dice, y pone el ejemplo del escritor keniano Binyavanga Wainaina, crítico con el sector de ayuda al desarrollo. “Wainaina decía que no querían más ayuda y cuando la gente progresista le criticaba diciendo que morirían niños, él contestaba diciendo que siguen muriendo 30.000 niños cada año desde las independencias. Hay que hacer una política agrícola”.
Un cambio estructural que no llegará y que, inevitablemente, Europa no quiere. Una realidad difícil de asumir que el libro de Portell pone en negro sobre blanco, o blanco sobre negro. “Todos podemos ser ricos. Mentira. Necesitamos una Africa desindustrializada”. Y para acabar dos horas de charla, cómo no, lo explica con números, porque si no no sería él.
“El juego de los recursos es muy fácil de entender. España consume 1,2 millones de barriles de petróleo y el 30% viene de de África de Libia, Nigeria y Angola. El caso de Nigeria es de libro. Como Nigeria con 200 millones de personas consume poco petróleo tiene un excedente. Nosotros vivimos de los excedentes de los demás y si existe excedente es porque no hay consumo y si no hay consumo es porque hay pobreza y miseria. El día que acabe la miseria, aunque sea que mejoren su nivel de vida para vivir a la mitad de lo bien que vivimos nosotros, aumentará su consumo energético y España tendrá un problema porque le desaparecerán 300.000 barriles de golpe”.
Con ganas d leerlo ya!