Feminismos a desnivel
Esta es una pieza está en abierto gracias al patrocinio de la oenegé The South Face.
“Antes del colonialismo, las mujeres tenían papeles más importantes, más complejos”, asienta la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi. Yaa Asentewa, Ngola Ana Nzinga Mbande o Sarauniya Mangu son algunos de los nombres de guerreras africanas. Las que, sin saberlo, marcaron el camino hacia el empoderamiento de la mujer. Ellas, que plantaron la semilla del cambio, lucharon por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en plena época precolonial. En un momento de la historia en la que la posición de las mujeres estaba definida, la egipcia Cleopatra VII, revolucionó el panorama científico, filosófico y lingüístico. Madre de cuatro hijos, hablaba nueve idiomas fluidamente y reinó el Don del Nilo durante 21 años.
Cleopatra o Mangu solo eran la antesala de lo que estaba por llegar. Siglos más tarde, los procesos colonizadores auspiciaron el papel de los hombres en las esferas públicas y en el control sobre los territorios colonizados. Aun así, durante los procesos de independencia en los años 60 y 80 del siglo pasado, las mujeres jugaron un papel fundamental. Josina Machel antepuso la revuelta por la liberación nacional mozambiqueña a su vida y concienció a las mujeres de su papel activo en la lucha armada. Por otro lado, Marie Koré fue una de las tantas mujeres que marchó en Bassam, Costa de Marfíl, por la excarcelación de sus compatriotas encerrados por los franceses. Un gesto transgresor y desobediente en un mundo de hombres.
Los movimientos feministas en África no comenzaron ayer. Aunque es ahora, en el siglo XXI, cuando las mujeres africanas empiezan a tener un espacio de debate en el panorama internacional.
En 1976, durante la Conferencia Internacional sobre Mujeres y Desarrollo en Reino Unido, la novelista egipcia Nawal el Saadawi y la socióloga marroquí Fátima Mernissi trataron de definir el feminismo global desde una perspectiva continental africana. De ahí iniciaron los movimientos de feminismo negro: el African and Africana Womanism o el Stiwanism. Las corrientes negras defienden el discurso de la mujer desde el continente, lejos de una visión occidentalizada y teniendo en consideración sus propios tabúes, retos y baches sociales.
Al silenciamiento del discurso africano se suma la escasez de información sobre las mujeres en África subsahariana. No hay una base de datos donde estén centralizados los colectivos feministas del continente. En un estudio realizado sobre 15 países africanos, solamente se logró disponer de información desglosada por sexo para el 52% de los indicadores, según Pollicy. Precisamente este último organismo, de origen ugandés, es de los pocos en el continente que trabaja por la gestión de datos en clave feminista. El grupo reúne a tecnólogas, científicas, artistas y académicas que trabajan en la intersección de datos, del diseño y de la tecnología.
La falta de datos a pesar de la proliferación de movimientos feministas se suma a otro factor a tener en cuenta: las probabilidades de éxito. ¿Cómo se entiende el feminismo en Nigeria? ¿Y en Ruanda? ¿Los países del norte de África son más susceptibles al cambio debido a su cercanía a Europa? Los feminismos a desnivel traen podrían traer grandes ventajas en materia de género a ciertos países del continente, y al mismo tiempo atrasar o estancarse en otros rincones de África.
Ruanda: la modernidad al ritmo de autoridad
Namibia y Ruanda ocupan el sexto y séptimo puesto, respectivamente, en el listado de los países con mayor igualdad con menor brecha de género, según el Informe sobre la brecha de género global 2021 del Foro Económico Mundial. Los parlamentos de Senegal, Sudáfrica, Namibia y Mozambique están compuestos por un 40% de mujeres y Liberia, Malaui, Mauricio y República Centroafricana han tenido una presidenta al frente a lo largo de su historia política.
El caso ruandés es particular. A pesar de que el parlamento de Ruanda cuente con un 61,3% de mujeres, según datos proporcionados en 2021 por la Unión Interparlamentaria, la representación femenina no se traduce en una mayor libertad política o en signos de progreso real entre las propias mujeres. Las candidaturas a las elecciones de Victorie Ingabire y Diane Rwigara fueron rechazadas en 2010 y 2017, respectivamente. Ambas fueron posteriormente encarceladas y acorraladas con las desapariciones de asesores y miembros de sus equipos. El pulso al presidente del país, Paul Kagame, anclado en la presidencia desde hace 19 años, contraatacó con el silenciamiento de la oposición. Kagame además aplicó otras medidas intimidatorias como la confiscación y subasta de los activos de Rwigara.
Entre el florecimiento de ciertas organizaciones feministas en el país, destaca una en concreto. Los hombres se han unido a la lucha feminista en Ruanda. Rwamrec es una organización no gubernamental liderada por hombres con el fin de fomentar actitudes y masculinidades positivas. La organización está motivada hacia el fin de la violencia y discriminación negativa sobre las mujeres de su país.
Aunque no es oro todo lo que reluce, el avance del país es reconocible. De considerar a la mujer ruandesa como una propiedad cuyo único fin era la de tener hijos a convertirse en una nación donde las mujeres ocupan parte del centro de poder gubernamental. Aun así, las mujeres en Ruanda demandan un poder de influencia real para huir de la utopía feminista.
Nigeria: mayor representación organizacional
A casi 3.900 kilómetros de distancia, la historia es diferente. En las elecciones presidenciales de Nigeria, celebradas en febrero de 2019, Obiageli Ezekwesili, candidata a los comicios, terminó por retirarse antes de estrenarse en las urnas. La activista y fundadora de Bring Back Our Girls –organización contra el rapto de niñas en el norte del país– es una de los millones de mujeres que se quedan fuera de los cargos públicos en Nigeria. El país ocupa el puesto 181 de 193 en el ranking de la representación parlamentaria femenina, según datos de Naciones Unidas, convirtiéndose así en una de las tasas más bajas del continente africano.
En 2018, solo siete de los 109 legisladores de la cámara alta de la Asamblea en Nigeria eran mujeres. Desde que el país declaró su independencia de la colonia británica en 1960, ninguna mujer ha encabezado nunca uno los 36 estados del país. Los motivos de la infrarrepresentación están empujados por motivaciones religiosas. Casi el 100% de la población nigeriana es creyente y el 50% de estos profesan el islam. Las perspectivas conservadoras de la religión han encasillado a la mujer en las tareas del hogar y el cuidado de los niños.
La escasa representación y la constante desactualización nigeriana frente al resto de avances en clave de género en el continente han enardecido a las mujeres y hecho que Nigeria ascienda hasta el primer puesto en el número de organizaciones feministas en África. África subsahariana reúne a alrededor de 140 organizaciones, de las cuales 14 son nigerianas, según datos proporcionados en 2021 por Pollicy.
Adenike Oladosu comenzó su propia revolución eco feminista. Por su parte, la organización Wine and Whine fomenta la discusión y los espacios seguros entre las mujeres a través de las redes sociales. Por otro lado, la iniciativa Stand to End Rape, busca la igualdad de género y el fin de la violencia sexual a través de la promoción, la prevención y el apoyo.
Una lista de organizaciones que atraen un atisbo de esperanza en regiones como Borno, brutalmente azotadas por la violencia sexual y los secuestros de niñas en manos de la organización terrorista Boko Haram. Un ejemplo de ello son las 276 niñas secuestradas hace siete años por el grupo que finalmente fueron liberadas a mediados de 2021.
Marruecos: feminismo en la red
En 1965 las mujeres llegaron al papel en Marruecos. Nacía Suruq, la primera revista concebida por y para mujeres y fundada por la escritora Janata Bennuna. En su primera edición, el primer campo de batalla fue la Mudawana, la ley de la familia marroquí. Posteriormente, Mohamed VI zanjó el debate con la reforma de la ley abriendo así el camino hacia la ansiada libertad. Una libertad, sin embargo, entrecortada. En Marruecos, una de cada dos mujeres sufre violencia de género, según una encuesta nacional publicada en 2019 por el Ministerio de Solidaridad, Familia y Desarrollo Social. De estas, solo el 6,6% denuncian a su agresor y alrededor del 12,4% son violentadas en espacios públicos.
Los peliagudos procedimientos burocráticos para manifestarse en las calles, los gestos y las miradas de desprecio de hombres, de sus maridos o de sus violadores, los comentarios despectivos y las agresiones físicas han trasladado la lucha feminista a la red.
En 2018, la violación de Jadiya revolucionó las redes sociales y abanderó durante semanas el hashtag #Masaktach (No me callo). La menor, violada entre doce hombres, inauguró el neofeminismo en Marruecos. Un movimiento que destaca por su activismo online, carecer de sede física y utilizar un discurso directo. Las mujeres marroquíes sintieron de cerca el movimiento #MeToo que recorrió Estados Unidos y parte de Europa para inspirarse en estas nuevas corrientes digitales.
En el mundo digital marroquí las redes sociales no son las únicas protagonistas. Las aplicaciones móviles como ‘Finemchi’ (¿Dónde voy?) también surgen para devolver a las mujeres un espacio seguro. En ella, las usuarias utilizan un mapa con establecimientos, bares y cafeterías a lo largo del país “sin acoso a las mujeres”.
En el último año se ha pasado de buscar un lugar seguro a conquistar las esferas públicas. Desde 2021, tres mujeres lideran los espacios políticos de tres ciudades marroquíes: Rabat, Casablanca y Marrakech tienen alcaldías femeninas. Asmaa Ghlalou, Nabila Rmili y Fátima Zahra al-Mansouri han sido las protagonistas del cambio tras una triple cita electoral. Por primera vez en la historia de Marruecos, el país trabaja por incrementar las cuotas femeninas, que hasta ahora se encuentra en torno a un 20%, en comparación con la media mundial que sube hasta el 25.6%.
¿Feminismo a desnivel de quién?
La académica Karen Beckwith apuntaba que hablar de movimiento de mujeres significaba hablar de un “subconjunto de acciones sociopolíticas con un enfoque en las experiencias de género de las mujeres”. Las experiencias de género en África no son las de Occidente. Ni tampoco son de lejos las mismas dentro del propio continente.
En el África hay variaciones entre las regiones sobre la situación de la mujer basadas en la eficacia del discurso feminista, en el acceso a los canales de difusión, en la estructura de sus ciudades, en el tiempo que dispongan o en el carácter o tipo de actuación, entre otros factores. No es lo mismo intentar emprender en Sudáfrica que en Chad. No podrás vestir de la misma forma por la calle en Marruecos que en Somalia. Para entender los movimientos feministas en África debemos de partir de un mismo lugar: el de absorber la cultura, entender la tradición y comprender la demografía de cada uno de los 55 países.
Una vez interiorizada la base y los hándicaps de ser mujer, negra y africana, será entonces cuando debamos de cimentar las patas del movimiento feminista. Desde la cercanía entenderemos las demandas concretas de las mujeres africanas, y a miles de kilómetros en otro continente y otras gafas moradas.
Esta es una pieza patrocinada por la oenegé The South Face.