Especial Sudán del Sur III - Preservar lo ancestral en un mundo en cambio
🇸🇸 Las infraestructuras y las intervenciones externas de empresas, oenegés y misioneros están moldeando el destino de un país en busca de identidad
Seguimos con el especial desde Sudán del Sur de Ariadna España. En este tercer artículo nos habla de la influencia de las oenegés y actores extranjeros en un país en construcción.

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Avanzamos por una carretera que podría considerarse una de las principales arterias de Sudán del Sur, aunque aún dista mucho de ser completamente funcional. El coche salta sobre baches y grietas, a veces casi deteniéndose, otras veces lanzándonos hacia adelante como si cada kilómetro recorrido fuera una victoria. El trayecto, que en otra parte del mundo no tomaría más de unas pocas horas, aquí se convierte en una travesía que dura el triple.
"Las carreteras, aunque se están mejorando, todavía son una pesadilla", dice Joseph, con la mirada fija en el horizonte, como si pudiera ver más allá de las rocas que saltan de la carretera. Su tono es pensativo, como si esta imagen le evocara una reflexión más profunda: "La verdadera pregunta es si estas infraestructuras servirán a las comunidades como las nuestras, que siguen viviendo alejadas de todo, o si solo conectarán a los que ya están en el centro del cambio”.
Joseph es un hombre de 32 años, hijo de madre toposa y padre mundari, que vive en la ciudad de Kapoeta. Habla doce idiomas, la mayoría de ellos locales, y su conocimiento de los dialectos del país lo ha convertido en un puente entre las distintas etnias que habitan el país. A pesar de su juventud, su rostro refleja una sabiduría adquirida a lo largo de los años, no solo por su educación, sino por la complejidad de vivir en un país marcado por la reconstrucción y el conflicto. Como muchos sursudaneses, ha vivido una vida marcada por la guerra. Sus padres, que pertenecían a dos de las comunidades más representativas de esta zona del país, murieron en el conflicto que desgarró el país.
Mientras el coche avanza por caminos tortuosos, la tierra sigue siendo la misma. Las antiguas rutas comerciales siguen marcando el paisaje, las aldeas aún se rigen por sus propias normas, y las tradiciones que han perdurado durante siglos siguen siendo el latido del corazón de las comunidades. La llegada de las infraestructuras, las oenegés y la intervención de empresas extranjeras han alterado el equilibrio, pero solo superficialmente.
“Lo que necesitamos no son solo más carreteras. Necesitamos que nos ayuden a mejorar lo que tenemos”, dice Joseph, con un tono que mezcla esperanza y frustración. “La educación y la sanidad son urgentes. Y todo eso debe llegar respetando nuestras tradiciones. El cambio no puede ser una imposición, debe ser un diálogo”.
Aunque las infraestructuras poco a poco están logrando abrir caminos, también plantean nuevas preguntas. Las tierras agrícolas se ven desplazadas por proyectos de construcción, y las comunidades que han vivido durante siglos en aislamiento se enfrentan a una llegada de personas y culturas ajenas a sus propios sistemas de valores. Esta realidad, a veces desconcertante, se muestra también en las reacciones de las poblaciones locales ante los cambios. Las comunidades se ven ante el desafío de adaptar sus costumbres a un mundo cada vez más globalizado, sin perder lo que las hace únicas.
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