Entrevista a Mohamed Saïd Ouma, director de Carton Rouge: "No quería grabar gente que huyera de Comoras, sino darle la vuelta a la cámara y mirar hacia adentro"
🇰🇲 El director de cine de origen comorense habla de su última película, Carton Rouge, de sus prejuicios iniciales como miembro de la diáspora hacia los locales y de la importancia de la identidad.
En Nairobi hay una agenda cultural vibrante y el pasado 8 de diciembre de 2023 tuve la suerte de poder ir a ver Carton Rouge en Unseen, un rooftop con una pequeña sala de cine para películas independientes. La película me llamó la atención porque era una película sobre unas mujeres en Comoras que jugaban a baloncesto.
Sabiendo eso, de entrada me esperaba un alegato feminista a través de un deporte del que soy fan, pero me sorprendió un documental independiente sin pretensiones de grandeza que retrata la vida en Comoras a través de tres personas que, casualmente, son mujeres y juegan a baloncesto en su tiempo libre. Propuse entrevistarle después y de ahí sale esta pieza en la que hablamos de identidad, política y la dificultad para hacer cine en un país autoritario como Comoras. Hoy, 14 de enero, son elecciones presidenciales y qué mejor momento para hablar con un comorense del país. Allá va.
Mohamed Saïd Ouma está en Nairobi, pero un día después se irá a Francia y de ahí a Argelia, donde está a punto de grabar su próxima película. A la capital de Kenia ha venido a presentar su última película, Carton Rouge –Tarjeta Roja en español–, una película que aparentemente habla sobre un equipo femenino de baloncesto, pero que transciende todo ello y acaba hablando sobre la cotidianeidad de la vida en un país aislado, autocrático y del que muchos quieren huir, pero no todas.
La historia de este documental comienza en 2015. Ese año, la delegación de Comoras abandonó los Juegos de las Islas el Océano Índico al escuchar en la jornada inaugural en Reunión como a Mayotte se le izaba la bandera francesa y se ponía el himno francés. El territorio legalmente pertenece a Francia, aunque Comoras lo considera suyo.
La larga disputa diplomática encendió la luz de Saïd Ouma, que pensó inicialmente en hablar de cómo muchos atletas aprovechaban estos eventos para huir de Comoras y quedarse en Mayotte. Cuando se acercó a Razia, jugadora de la selección de baloncesto femenino, y le preguntó cuándo pretendía huir, esta le dijo: “¿Estás tonto? Yo no huyo, vengo aquí a representar a mi país”. A partir de ahí cambió su percepción y pensó: esto es más interesante, la gente que no quiere huir. Se montó en el avión de vuelta con Razia, que le presentó a dos compañeras de equipo y así fue como empezó todo, filmándolas hasta los próximos juegos de 2019.
Una crítica política sin vocalizarla
Carton Rouge tiene una mirada claramente política, pero aún así no hay ni una sola línea política. La cámara sigue a tres jugadores de baloncesto en su vida diaria, sin más, viendo como van entrenando de cara a los juegos de 2019.
El director esperaba que las jugadoras fueran vocalmente políticas, pero en un momento de la grabación Razia, una de las protagonistas, le dijo que no quería hablar de política y eso le abrió los ojos. “No se puede ser abiertamente político cuando no se satisfacen sus necesidades básicas. La política se trata de proyecciones, de construir algo para el futuro, pero si tus necesidades básicas no están cubiertas, ¿cómo te proyectas en el futuro?”, razona el director. A ello se añade la naturaleza de sus trabajos. “Dos de las chicas son funcionarias... una en el aeropuerto y la otra guardaespaldas antes del presidente y ahora de la gobernadora. Era arriesgado para ellas ser muy político”.
A lo largo del documental, la crítica política sí está presente tanto de forma indirecta como directa. De forma indirecta lo hace cuando retrata sutilmente a los políticos, lo suficiente para que se de cuenta el espectador. Por ejemplo, en la competición en 2019, Saïd Ouma graba cómo el presidente Azzali Assoumani abandona el recinto y deja de ver el partido, solo para enseñarnos en el siguiente plano después que no están ni en el descanso.
Lo mismo hace con el ministro de deportes, cuya cara de desinterés al escuchar al anciano que quiere montar escuelas de baloncesto es revelador, como con la gobernadora de Gran Comoras, cuyo discurso vació de contenido la retrata. “Tengo una mentalidad política. Para mí la forma en que veo el país. La Tarjeta Roja del título es para los políticos. Desde el ministro de Juventud y Deportes y la gobernadora hasta el presidente, cada uno elude su responsabilidad”, critica.
Por si no queda claro, en las imágenes de recurso de la isla, Saïd Ouma utiliza su propia voz en off para denunciar la falta de voluntad política para desarrollar un país cuyas tres islas languidecen. “Utilizo Comoras como metáfora de África. Para mí, lo que está en juego en Comoras lo está en otros países: falta de necesidades básicas, falta de proyecciones a futuro…”.
La división de Comoras: diáspora o residente
Nacido en Comoras pero criado entre Francia y Reino Unido, Saïd Ouma sabe reconocer su privilegio a la vez que se siente que su identidad es 100% comorense, en parte gracias a la labor de sus padres. “Mis padres me hablaban en shikomori (lengua local) y el idioma me ayudó a sentirme comorense… me dio un sentimiento de identidad y raíces”, explica sobre su infancia. “Mi padre solía decirme... el francés o el inglés están fuera de mi casa, una vez que entras estás en las Comoras: la comida, la forma en que se vestía, la forma en que interactuaba, los comportamientos sociales eran todos del país”, recuerda.
A grandes rasgos, Comoras se puede dividir entre aquellos que viven dentro y fuera. Dentro se calcula que hay en torno a 840.000 personas. Fuera no hay números oficiales y estos bailan entre los 150.000 hasta 300.000. En Mayotte, a unos cien kilómetros de la isla de Anjouan, están entre 50.000 y 100.000, mientras que una cuarta parte del total llegan a Francia, como la familia de Saïd Ouma.
“Todos los habitantes de las Comoras que conozco tienen algún familiar que intenta escapar para ir a Mayotte en los últimos 20 años”, dice. El director asegura que Carton Rouge le ha permitido reconocer las grandes diferencias que hay entre los comorenses de dentro y los de fuera y saber quitarse los prejuicios que aquellos que conseguir salir tienen sobre los que se quedan.
“La mayoría de las mezquitas han sido construidas con dinero de la diáspora, los sistemas de suministro de agua , las carreteras en las aldeas pequeñas... Entonces, la diáspora tiene esta percepción de que sin ellos se van a morir, de que no sirven y vas allí como su salvador. La mayoría de la diáspora viene con los euros y tiendes a tener un punto de vista superior, menospreciándolos. Es sólo cuando estás allí y te das cuenta de que no hay otra forma en la que podrían vivir”, analiza el director.
Carton Rouge busca desmitificar esa mala imagen que se tiene desde la propia diáspora comorense de quienes se quieren quedar, porque sí, los hay que prefieren no huir. La cámara las sigue como si fuera su propia sombra y puedes sentir lo que sienten, la desesperación, el aburrimiento, la pesada rutina sin alternativa. “Para mí es muy importante resaltar a los héroes cotidianos. En Carton Rouge simplemente buscan llegar a fin de mes”, asegura. “En el cine documental tenemos una tendencia a mirar los problemas y a olvidar que hay soluciones destacando vidas cotidianas que son extraordinarias por el hecho de existir. Mi forma de hacer cine y la forma en que me muevo no busca soluciones, sino resaltar a personas que pueden mostrar un camino a seguir a través de la resiliencia”, finaliza.
Un difícil proceso de grabación
Para que el espectador pueda empatizar con esas historias y sentirse dentro de ellas, a la vez que puedas tratarlas con respeto, Saïd Ouma asegura que el ángulo es clave: “Cuando estás filmando a alguien tienes que hacerlo al mismo nivel, no desde arriba ni desde abajo. Si filmas desde el mismo nivel, todo sale, lo bueno y lo malo”.
Las protagonistas del documental no son actores, pero sí pasaron un casting para poder participar. Para el director, aunque sea un retrato de sus vidas y no se les pague inicialmente por ello, sí es importante asegurarse que con quien vas a trabajar esté cómoda delante de una cámara y no cambie su forma de ser, sus respetas. “Necesitas personas que no sean tímidas ante las cámaras. Si le pones una cámara en la cara, la mayoría de la gente sentirá su presencia”, asegura. Aún así, no todos los días estaban listas para actuar y confirma que había días que cuando iban con el equipo, tenían que parar porque no se sentían con fuerzas para que una cámara las persiguiera en su día a día.
El tener constantemente una cámara encima durante cinco años sin sacar nada a la luz hizo que hubiera problemas tanto dentro como fuera de la casa. “Tuve dificultades con los hombres de la familia, eran sobreprotectores y había recelo. Grabar en el espacio de trabajo también era difícil, teníamos rechazos”, dice Saïd Ouma. “En un momento dado, el marido de Uluhu —una de las protagonistas— se me acercó y me dijo: ‘¿Qué estás haciendo con mi esposa?’. Yo le dije que solo estaba filmando, pero me contestó que no veía nada de lo que estaba grabando”, añade.
Esos problemas también los tuvieron para poder grabar con las autoridades. Para evitar los problemas, esa mirada crítico se quedó fuera del guión oficial. “Escribimos una sinopsis totalmente diferente, sin ningún ángulo político, era solo un simple retrato del baloncesto y los deportes”, asegura Saïd Ouma. Aún así, un día los militares les impidieron grabar en la calle ya que aseguraban que si era un documental de baloncesto, debían ceñirse a las canchas. “Paramos de grabar durante tres o cuatro días. Cuando vienes con un equipo internacional tienes que ser estratégico y yo siempre iba con la licencia en la mano por si acaso”.
Mohamed Saïd Ouma es realizador, productor, director y gestor cultura. Inició su carrera como cineasta en 1997 con el documental Aktuel Force. En sus documentales ha tratado la inmigración y la diáspora. Ha sido responsable de producción y asistente de programación del Festival Internacional de Cine Africano de África y las Islas (FIFAI) en la ciudad de Port à l'Ile en la Isla de la Reunión desde 2004 hasta 2015. También está involucrado en ‘The African Heritage Project’, un programa especial que pretende restaurar cincuenta películas africanas de importancia histórica, cultural y artística.