El oro devora a Ghana
🇬🇭 La crisis del galamsey está por todas partes en un país ahogado por el oro que contamina el medio ambiente. Entramos en una mina artesanal ilegal y en las protestas en Accra.
Estos reportajes solo son posibles gracias al compromiso de los miembros de pago de África Mundi. Puedes sumarte desde 50 euros al año.
Bonsu-Nkwanta, Western Region, Ghana
Monkara siempre conduce su moto al amanecer, retando a la luz a ver quién llega antes. Lleva desde que tiene recuerdos trabajando en las entrañas de la selva que dibuja la frontera invisible entre Ghana y Costa de Marfil. Solo quien conoce el lugar se atrevería a adentrarse allí, donde los caminos pasan de estar rodeados por un verde salvaje a un dorado intimidante. En este contraste de la naturaleza, Monkara se baja de la moto, se sacude el polvo y camina por el fango amarillento. Las montañas de arena protegen el lugar, ocultando la maquinaria y a los cientos de hombres y niños que, detrás de ellas, trabajan sin tregua.
Cuando el calor empieza a castigar, la mina se revela en su estado más crudo. Alguna voz se eleva sobre el ruido de las máquinas mientras un aire denso, cargado de sudor y metal, envuelve el ambiente. El resto es un silencio ensordecedor. Los hombres, a las máquinas. Los niños, al trabajo manual. Sus cuerpos hablan solos: manos ásperas, músculos fuertes, miradas firmes y cicatrices que recorren sus pieles como surcos en la tierra. Monkara se une rápido al trabajo. Pregunta si los niños han encontrado ya algo. Al otro lado, Yaw y Osei* –nombres ficticios para preservar su identidad–, a sus 10 años se mueven con agilidad y destreza en el agua turbia. Los dos niños, concentrados, coordinan sus manos a un ritmo aprendido, cribando la tierra con paciencia, separando lo inútil de lo valioso.
Así transcurre cada día en una rutina que no presenta opción. Los días en que no aparecen los militares, no surgen conflictos de negocios y no hay accidentes ni muertes son considerados buenos. Ese día no hubo suerte. Mientras todos trabajaban y los ojos se acostumbraban a la vastedad de las excavaciones y las montañas de arena, apareció un grupo de militares armados por una de las colinas. Permanecieron inmóviles en el horizonte, observando desde arriba. Los hombres y los niños, al advertir su presencia, detuvieron sus tareas de inmediato. El calor era sofocante, tanto que parecía derretir el oro, y la tensión cortaba el aire. “Quédate aquí”, dijeron los hombres, que salieron de la mina en dirección a los militares. En cuestión de minutos, todos desaparecieron tras la colina de color ocre.
La sensación es que nadie extraño debería estar ahí, y menos una persona blanca, una obroni como dicen en twi y otras lenguas akanes. Había llegado hasta allí por amistad y por curiosidad. La mujer de Monkara, del noroeste de Ghana, es una buena amiga. Recorrí largas distancias por largos caminos para reunirme con ella y ahí estábamos ambas, obedientes, sosteniendo la respiración. También era su primera vez en la mina porque “no es lugar para mujeres”. Pasaron más de treinta minutos hasta que Monkara y los demás aparecieron de nuevo entre las montañas de tierra. Venían serios y cabizbajos y no se pudo preguntar qué había pasado hasta que llegamos a casa. Lo que ocurrió tras la colina se quedó allí, como tantas veces. Ese incidente no fue un hecho aislado. Es la realidad a la que se enfrentan trabajadores y menores que reciben amenazas, extorsiones y palizas, arriesgando sus vidas en un trabajo ilegal. En su trabajo. Un trabajo que, al fin y al cabo, les da de comer.
“Gather and sell”, recoge y vende, es la expresión que ha dado lugar al término galamsey, la minería ilegal de oro a pequeña escala. En Ghana, primer país africano productor de este mineral, no hay persona ajena al lema que se está convirtiendo en grito.
Keep reading with a 7-day free trial
Subscribe to África Mundi to keep reading this post and get 7 days of free access to the full post archives.