El lastre de la Mutilación Genital Femenina
Somalia, Guinea y Guinea Bisa tienen una tasa de prevalencia de más del 90%, las más altas no solo de África, sino del mundo.
Leyla Sirad Hussein es rectora de la Universidad de St. Andrews en Escocia, psicoterapeuta de profesión ha recibido la Excelentísima Orden del Imperio Británico de parte de la Reina Isabel II. Hussein es, además, superviviente de Mutilación Genital Femenina (MGF). A los 7 años la sufrió en Somalia, el país donde nació y donde más está extendida esta práctica en el mundo, que la sufren el 98% de mujeres. Hussein lidera el Proyecto Dahlia de apoyo a otras víctimas y para concienciar contra esta práctica que afecta a más de 200 millones de personas hasta en 92 países del mundo. África es el continente donde más prevalencia tiene: hasta 28 países tienen casos reportados además de otros 6 donde hay constancia al menos de su práctica, a pesar de que tan solo cuatro no tienen ninguna ley en contra: Mali, Liberia, Sierra Leona y Somalia.
La práctica está en aumento: según datos de la ONU, al menos otros 68 millones de niñas en todo el mundo sufrirán MGF de aquí a 2030. Esto aumentaría de un 4,1 a 4,6 millones anuales las niñas mutiladas para el año 2030. Es por ello la importancia cada 6 de febrero de celebrar el Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina para concienciar en la lucha contra esta práctica.
¿Qué es la MGF?
La MGF es la práctica por la que se realiza una extirpación total o parcial del clítoris y labios menores y mayores de la vagina, dejándola cerrada prácticamente al completo. Esta se practica normalmente cuando son niñas ya que se asocia a la pureza y a la necesidad de que las mujeres lleguen vírgenes al matrimonio. En África, 55 millones de niñas menores de 15 años la sufren. Tras ella vienen severas consecuencias físicas para la salud reproductiva, pero también psicológicas. Algunos doctores intervienen para reconstruir los genitales como el doctor francés Pierre Foldés, que ha operado a más de 6.000 mujeres en Francia, país donde la sanidad pública cubre la intervención.
Está incorrectamente asociado al islam, cuya práctica no recoge el Corán, y aunque su origen no está claro del todo, su comienzo se calcula hasta el siglo V antes de Cristo y su expansión va más allá de África por Asia, Oriente Medio y América del Sur. Además, en países occidentales siguen habiendo prácticas clandestinas.
¿Dónde en África?
Esta práctica no se circunscribe a ninguna región en particular, pero sí es más común en las zonas de África Occidental y Oriental pasando por el Sahel. Somalia es el país donde más se practica, a un 98% de las mujeres, seguido de la otra punta del continente por Guinea con un 95%. En un total de 11 países africanos más de la mitad de las mujeres sufre MGF a lo largo de su vida. En cambio, hay una gran cantidad de países donde está prácticamente erradicado. Siete países tienen una tasa menor al 10% con países como Camerún, Uganda o Zambia con solo un 1%.
El sur de África destaca por su falta de presencia, aunque todavía es más notoria su nula presencia en países como Argelia, Marruecos y el Sáhara Occidental, cuyos vecinos tienen altas tasas de prevalencia de MGF. Asimismo, hay otros países en África central y sur con conocimiento por parte de informes y medios de comunicación de su práctica como en R.D. Congo, Malawi, Zimbabwe y Sudáfrica, pero de los cuales no hay datos sostenidos de prevalencia.
Los datos muestran que no se pueden sacar conclusiones definitorias de causas comunes. Costa de Marfil sufre un 37% pero su vecina Guinea un 95% y Ghana un 4%. Intentar descifrar un patrón geográfico o demográfico resulta harto complicado. La dureza de las administraciones públicas en su persecución es vital, además de la concienciación ciudadana contra la práctica.
En este sentido, en 2020 Burkina Faso lideró en nombre del resto del continente una petición para comprometerse a la eliminación de la MGF que se aprobó ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Tomarse en serio esta lacra es cuestión de todos para poder tener un futuro sin sufrimiento para las millones de mujeres que todavía sufren esta práctica arcaica.