EACOP: Los peligros medioambientales del mayor oleoducto del mundo
Tras más de 80 años de sospechas, en 2006 Uganda confirmó que había encontrado petróleo en su territorio. El presidente, Yoweri Museveni, que aseguraba no ser muy religioso, organizó una ceremonia para dar las gracias a Dios por crear el valle del Rift hace 25 millones de años. Allí, en el oeste del país, alrededor del Lago Alberto, Uganda posee reservas para llenar 3,5 mil millones de barriles de petróleo. Tras los rezos, Museveni aseguró que para 2009 su país se uniría a otros africanos como Nigeria, Angola y Chad como exportador de petróleo.
Sin embargo, en 16 años todavía no ha salido ningún barril de Uganda. Varios motivos lo explican. El principal es la complejidad para transportarlo. Ubicado en la zona interior de los Grandes Lagos, Uganda no tiene salida al mar y cualquier salida al mar convendría realizar una gran obra de infraestructura y llegar a un acuerdo con algún otro país. Las opciones más claras eran dos: Kenia y Tanzania. En 2015, tras muchos planes y discusiones, Uganda se decidió por Kenia para sacarlo por nuevo puerto de Lamu al sur del país. Sin embargo, un año después dio marcha atrás. La cercanía con Somalia, con el terrorismo de Al-Shabaab, se unieron a otros motivos más prácticos como el hecho de que en Kenia para expropiar las tierras hay un periodo de gracia de varios años, mientras que no la hay en Tanzania al tener la potestado el gobierno. Ante esa tesitura, la petrolera francesa Total, quien controla la gran parte de la producción, presionó para ir por Tanzania, a pesar de ser algo más larga la trayectoria. En 2016, Uganda se cambió a Tanzania y anunció un megaproyecto en lo que se convertiría el mayor oleoducto del mundo: el East Africa Crude Oil Pipeline, un proyecto de 1,443 kilómetros desde Hoima, en la base del Lago Alberto, hasta el puerto de Tanga en Tanzania.
Seis años después de aquello siguen sin salir barriles. Por no estar, ni siquiera está construido. Con un coste estimado de 3,5 mil millones de dólares, la frances Total y la china CNOOC involucradas en el proyecto están encontrando dificultades para encontrar financiación. Financiar un oleoducto como este va contra los principios acordados en los Acuerdos de París de limitar el calentamiento global a 1,5ºC más de la temperatura actual. En esa línea, la Unión Europea ha decidido cortar cualquier financiación a productos no renovables y para hacer más llevadera la transición en medio de la crisis energética que asola Europa ha decidido denominar como energías verdes la nuclear y el gas natural. El proyecto prevé exportar 216.000 barriles al día en máxima producción, lo que causaría 34,3 millones de toneladas cúbicas de CO2, la misma cantidad que emiten Uganda y Tanzania en la actualidad.
A su favor, Uganda y Tanzania aseguran que traerá soberanía energética. Tan solo un 38% de los hogares ugandeses y tanzanos están conectados a la red eléctrica y esto supondría una mejora. A ello se le suman los 160.000 trabajos que se prometen crear en la zona.
A pesar de ello, los riesgos medioambientales y de derechos humanos son enormes y han generado una gran resistencia. El oleoducto afectará a más de 2.000 kilómetros de biodiversidad entre las que se incluyen siete bosques, tres reservas nacionales así como fondos marinos. La destrucción además afectará a 120.000 personas que se verán desplazadas de sus hogares, pero también a animales que se verán desplazados de sus hábitats naturales.
Junto con todo ello, la zona es de un peligro sísmico alto, lo que podría causar derrames. En las últimas dos décadas se han registrado alrededor de 300 eventos sísmicos por encima de 4,5 en la escala de Richter en los alrededores del oleoducto. En 2016, Tanzania sufrió un terremoto de 5,9 grados y tan solo un año después Uganda sufrió otro de magnitud 5,7. Estudios científicos han demostrado que las perforaciones aumentan la actividad sísmica incluso después de haber acabado con ellas. Esto causa un peligro añadido de derrames y podría ser especialmente dañino en los alrededores del Lago Victoria, el mayor lago africano que cruza tres países y del que dependen 40 millones de personas para vivir. No solo ello, sino que en el Parque Nacional Murchison Falls donde están situados los lugares de extracción se encuentran las cuencas de los dos ríos más importantes de África: el Nilo y el Congo. Cualquier derrame sería una amenaza para toda la población continental.
A pesar de todo, en 2021 el presidente ugandés, Museveni, y su compatriota tanzana, Samia Suluhu Hassan, firmaron el acuerdo final. Este se encuentra en la fase final de financiación, ya que los bancos se han mostrado reticentes a financiar tal obra ante la presión de activistas medioambientales. Un total de 15 grandes corporaciones han descartado financiarlo, así como el Banco Africano de Desarrollo. De momento cuenta con financiación del banco chino ICBC, el japonés Sumitomo Mitsui Bank y el sudafricano Standard Bank.