Corrupción y disolución en el Ejecutivo de Malaui
Cuando oyes hablar al presidente de Malaui, Lazarus Chakwera, un acento estadounidense te viene a la mente. El mandatario se doctoró en Teología en Estados Unidos y llegó a "pelearse con Dios" sobre su futuro. Esta pasada semana, su pelea ha sido con su propio equipo de gobierno. El lunes Chakwera disolvió su Ejecutivo al completo tras acusaciones de corrupción contra tres de sus ministros. Días después, anunció un nuevo gobierno con 30 en lugar de 33 ministros, en el que solo cambiaban siete caras y el 40% son mujeres. A ellos avisaba: "Usted está aquí para servir, no para dar lecciones o jactarse. Ocupar un alto cargo no es una licencia para actuar con preponderancia".
El líder llegó a la presidencia con la promesa de luchar contra el nepotismo tras una repetición electoral ordenada por la justicia tras haber resultados electorales cambiados con Tipp-Ex. En su primer año Malaui ha mejorado cinco puntos en el Índice contra la Corrupción. En este tiempo ha arrestado por corrupción a tres miembros de la oposición en los últimos meses, los cuales se rumoreaba podían ser sus rivales en 2025, pero la presión se amontonaba antes los casos en su partido. Tres ministros estaban implicados por casos de desviar fondos para Covid-19, cohecho en acuerdos con un empresario malauí y la manipulación de acuerdos por el petróleo.
Estados Unidos ha sido rápido en apoyar el "compromiso" de Chakwera contra la corrupción. Sin embargo, el propio presidente estuvo en la diana en julio al llevar a su mujer, hija y su pareja en una delegación de diez personas a una cumbre online en Inglaterra, gastos pagados. El presidente de Malaui es un neoliberal que se ha acercado a Occidente y que llegó prometiendo crear un millón de trabajos. A pesar de firmar un acuerdo para respuesta Covid-19 con el FMI, no ha podido contener la inflación que ha disparado los precios de comida y petróleo y ha desatado protestas. Su medida estrella ha sido proponer crear un billete de 5.000 kwacha –el más alto era de 2.000 hasta ahora–, pero más allá de esta y su posición anticorrupción, los malauís exigen mejoras al nivel de vida.