Chema Caballero: "Hay que desromantizar África. Tomando una cerveza te das cuenta que sus problemas, ilusiones y sueños en el fondo son los mismos que los nuestros"
📚 Hablamos con Chema Caballero, autor del libro "El bebedor de cervezas: 30 años recorriendo África" sobre su vida, el cambio en los gustos cerveceros y todo lo que lleva su libro
Chema atiende desde Castuera, ese municipio extremeño que le vio nacer el mismo día que a Patrice Lumumba le asesinaron en República Democrática del Congo, una coincidencia que cree que le llevó hacia su trayectoria futura en el continente: “Algo tiene que haber pasado ahí, algunas centellas y chispas del espíritu de Lumumba tuvieron que volver hasta la serena extrema”, dice por teléfono. “Esa historia no le ha gustado mucho a mi madre, últimamente me llama Lumumba”, ríe.
Quienes conocen a Chema saben que siempre tiene ese tono de ironía con el que sale al paso. Al conocerle por primera vez puedes no comprender si va enserio o en broma, pero para quien ha visto horrores de la guerra, es un arma para salir del dolor.
A este libre le puso de nombre “El bebedor de cerveza” porque al fin y al cabo es lo que mejor le define: bebe cerveza. Cada vez que está por algún país sube su correspondiente foto con mi correspondiente envidia. Un refresco con el que admite que busca llenar un agujero interno que con el tiempo se ha dado cuenta que no tiene manera de tapar.
¿Cómo va ese agujero?
Ese agujero me mantiene con las ganas de seguir buscando y trabajando por un mundo distinto de justicia y paz, por eso nunca se va a llenar, ese deseo de trabajar con
Dices que el continente es como muchos otros sitios, que solo hace falta sentarse en un bar a tomar una cerveza, escuchar y charlar con sus gentes para conocer la verdadera África. ¿Nos falta escuchar a los africanos?
Yo creo que sí. La mayoría, incluidos muchos trabajadores humanitarios, aunque no todos, van con una idea muy concreta de África y les cuesta que las cosas que no sean lo mismo. La África verdadera está tanto en el centro de Nairobi con sus rascacielos y eso es tan chulo como la aldea tradicional que buscas, que ya casi no existe e incluso muchos veces son montajes para los turistas.
Nos falta eso de sentarnos para escuchar cuáles son sus problemas, ilusiones y sueños, que en el fondo son los mismos que los nuestros. Tomando cervezas he aprendido mucho más, escuchando sus conversaciones y relajándome con amigos. En los bares te sientas, te miran por ser blanco y vienen a preguntarte. De ahí surgen conversaciones y eso es lo que más me ha ayudado a entender. En todos sitios los bares son lugares de encuentro de reunión, fiesta, celebración y para quedar con los amigos. Es lo mismo que aquí.
Da la sensación de que África ha cambiado mucho y está en constante evolución pero el imaginario popular occidental sigue siendo el de hace 50 años.
Donde se ve el cambio constante es en África, un continente muy joven con muchas iniciativas a nivel político, social y en continua transformación. Tenemos la fotografía en blanco y negro de África pero no tiene nada que ver con eso, es un continuo cambio y transformación.
En ese sentido, ¿Cuánto mal hace El Rey León o el turismo centrado en safaris en deshumanizar África, sacar a sus humanos del centro?
La gente ve dos corrientes: están los que ven guerras enfermedades y aquellos de atardeceres preciosos, son los dos extremos de cómo se suele ver a África. Es verdad que en la literatura occidental y en las películas, los africanos aparecen como mucho en segundo plano y como gente inútil o tonta que hay que estar guiándoles y como mucho dicen una palabra y es todo su diálogo. Eso sí da esa imagen de un África donde la gente no cuenta.
Entonces, no hay que culpar al que tiene esa imagen preconcebida en Europa.
Sí, yo creo que sí. Yo cuando tenía esas ideas preconcebidas era hace 30 años y pensaba que era el salvador blanco, pero entonces no había tanta información como ahora. En redes sociales. puedes seguir a escritores y músicos africanos y leer noticias. Si realmente a alguien le interesa conocer África puede hacerlo sin moverse de su casa y tener una imagen distinta de los medios generalistas y la televisión.
Volviendo a la cerveza: en el libro sí haces una cronología de cómo ha pasado de la tradicional ancestral a las industriales dominadas por grandes grupos como Heineken. ¿Es eso la evolución natural en este mundo globalizado y capitalista o también una imposición neocolonial?
En el libro hay dos líneas ahí que se entralazan, una es la música y otra la cerveza. Voy hablando de la evolución de esos dos elementos, la idea es ver cómo África se va transformando y es parte de un mundo global. Hace décadas los africanos bebían el vino de palma y la cerveza tradicional como aquí en España pasaba con los orujos y licores de anís porque no había otra cosa, pero después fueron llegando otro tipo de bebidas.
Es lo mismo que allí en África: cuando ha habido una oferta distinta, los colonos empiezan a hacer cerveza que es principalmente para los blancos y los nativos les gusta se van apropiando y consumiendo. África es el continente que más crece en consumo de cerveza, todo se conoce e intercambia y esa esa la realidad, África no está aislada.
Eso sí, en el libro señalas algo clave: los blancos no nos acostumbramos a la cerveza del tiempo, fría siempre mejor.
Eso es verdad. Incluso ahora que hay electricidad en casi todos los sitios amigos míos con los que quedo me dicen ‘tu pide cerveza de blancos, muy fría o que cojan las del fondo’. Ellos siguen prefiriendo la cerveza natural, como los ingleses.
Ahora, si llego a un pueblo perdido y las únicas cervezas que hay son esas pues a mi me sienta de maravilla, en las zonas rurales no es muy reciente lo de la cerveza fría. La cerveza era del tiempo y el tiempo en África más bien es calentorro. Es lo que había.
¿Cuál es la que más te gusta? Sin ánimo de hacer publicidad encubierta.
Eso es difícil decir. Siempre digo que hay que beber la cerveza del país, aunque ahora hay muchas marcas internacionales. Sigo bebiendo siempre la de ese país, si en un país como Costa de Marfil hay dos cervezas locales la Ivore y la Bock pues tal vez prefiero la segunda porque es un poquito más fuerte, pero en cada país la suya.
Dicho esto, hay cervezas que me gustan mucho como La 33 de Camerún/Chad y también la Braquina de Burkina Faso o la Star de Sierra Leona, Ghana, Nigeria. Hay una cosa sentimental también porque fue la primera cerveza del sur de África que bebí.
(Chema no lo dice, pero a los compañeros de Rift Valley Expeditions les hizo una selección de sus favoritas, que además sirven de portada de su libro)
Más allá de la cerveza, en el libro hablas de colonialismo, de feminismo y de religión. De esas tres, ¿que marca más al continente hoy en día?
Es difícil decirlo, están muy entrelazados. Hablo de la religión porque cuesta mucho entender el continente sin hablar de ella, sobre todo ese fenómeno de las iglesias neopentecostales que está transformando el paisaje de África y por eso me centro en ello.
El colonialismo y neocolonialismo el continente no se entiende sin esa historia. Si no sabes de donde vienes no sabes a donde vas, como dicen varios refranes de pueblos africanos. El colonialismo ha sido un choque brutal y de eso surge lo que tenemos hoy. Esa reacción contra Occidente y Francia es un tema fundamental.
El tema de la mujer lo trato porque creo que la mujer, igual que los jóvenes, son claves. Todas las iniciativas que hacen en tantas partes de África, aunque después no tengan voz o lleguen a los círculos de toma de decisiones, hacen que las cosas sean distintas. Esos tres temas están ahí por todos.
También de juventud, sí. La gente creo que no se hace a la idea de la cantidad de niños y adolescentes que hay.
África es el continente más joven de todos, hay países con una media de edad de 18 años, con todo lo que supone eso como fuerza laboral, de creación. Los jóvenes cada vez más están formados e informados a través de las redes sociales sobre su país y el mundo entero y esto es un potencial muy fuerte para el continente.
Me gusta que hablas eso sí del mercado informal, aquel sin contrato laboral y que se gana la vida a diario, como uno de vida.
Sí, porque es un mercado de economía de vida, es lo que permite que tantas personas en África vivan. Mercado negro o informal son términos como peyorativos y es algo que gracias a esta forma de vida de tanta gente, estos jóvenes que arreglan un móvil u ordenador en un puestecito ante la falta de oportunidades de trabajo, se inventa cómo sobrevivir.
El mercado informal define África, pero lo idóneo sería que se desarrolle un mercado formal garantista. ¿Perdería entonces el continente su esencia? ¿Sería una nueva imposición?
¿Qué queremos: el África tradicional de mercaditos o que tengan una vida digna? Yo prefiero que tengan una vida digna, no busco la foto pintoresca. Benín ha dado grandes pasos con esto con la construcción de mercados donde van a parar todos estos puestos con impuestos, con mayor higiene y control sanitario, están haciendo que las cosas cambien. También ha prohibido Benín la exportación de algodón, ha creado un polígono industrial con la idea de que el país se transforme, que haya un valor añadido al algodón. Nigeria igual con las nueces de karité que se venden a las cosméticas. Los países africanos están dando pasos en este sentido pero como siempre son lentos.
Has mencionado la industrialización: siempre digo que para que triunfe en África, debemos perder poder aquí en el mundo occidental y eso es algo difícil de aceptar.
Estamos en una sociedad tan interrelacionada, los intereses son tan fuertes que no queremos privarnos de nuestro estilo de vida de comodidades y bienestar que tenemos gracias a la explotación de los recursos de África. ¿Cómo equilibrar esto? No lo sé, pero yo creo que África también puede decir: oye, yo también tengo derecho a producir mis propios productos.
¿Quién ganará? No tiene por qué ganar nadie, a lo mejor puede haber un win-win, distribuir los procesos de fabricación: tú transformas el cacao y así no exporto el fruto y lo transformo y el producto final se hace en Barcelona. Lo que sí me gustaría es que los africanos tengan una vida digna con las mismas oportunidades que nosotros. ¿Cómo vamos a llegar a ello? Me fallan ahí las respuestas.
Eres bastante crítico de la cooperación, y mira que has vivido de ella durante años. A corto-medio plazo está bien, pero a largo plazo admites que no transforma nada.
Hay ejemplos de proyectos en el libro, casi todos de mujeres, que sí son gracias a la cooperación que han auydado a personas concretas, pero claro parto de que después de tantos años de cooperación el continente no ha cambiado gran cosa. Hay que repensar como cooperamos, por qué y para qué.
Vale que construir una escuelita en un pueblo de Senegal porque fui de vacaciones y me enamoré del pueblo, pero hay que pensar después qué pasa con estos niños. Los haces estudiar pero a dónde van, no quieren volver al campo y no tienen una salida profesional, hay que plantearse qué hacemos realmente. Yo lo llevo años diciendo y sigo trabajando con cooperación porque creo en ella. Hay que replantearla.
Les digo mucho a los alumnos del Master de Cooperación de Comillas que en muchas partes de África también estudian cosas parecidas y les pregunto qué ofrecen que los africanos no: ellos tienen el idioma y cultura del lugar y tenéis el mismo título. Posiblemente el dinero, sí, y quien tiene dinero impone, ahí es donde está la clave.
En España tenemos una mirada muy dividida: o un poco mentalidad de negocios neocolonial o ayuda caritativa de una izquierda buenista.
Yo rechazo todo lo que sea caridad. La caridad es lo más negativo que existe. No se puede ayudar a la gente por caridad, quieres ayudarle por justicia. Un eurito no basta, hay que cambiar formas de vida y estructuras, eso sería justicia. Muchas veces pequeñas oenegés funcionan con este esquema de dar dinero para desayunar este verano o llevar cuatro maletas llenas de cuadernos. Coño, si haces eso me estás arruinando a la persona del pueblo con kioscos con cuadernos, que él y su familia viven de ese pequeño kiosco donde venden lápices, sardinas y velas. Es una caridad que hace mucho más mal que bien.
Si vas en el mundo de los negocios porque vas a aprovecharte de porque piensas que es más barato y puedes explotar pues es lo mismo, es también aprovecharse de. En la caridad te sientes bueno y te sientes un héroe y en el negocio eres un tío listo que está haciéndose rico a costa de los demás, los dos extremos no me sirven.
Hay que buscar fórmulas intermedias, si se van a hacer negocios que sean éticos y si se va a hacer ayuda que sea por justicia, no por caridad.
Una cosa que detesto es precisamente eso de que África te cambia, algo que rebates al final.
A mi me da mucha rabia los que van 15 días a ayudar y dicen ‘es que África me ha cambiado', es que la sonrisa de los niños’. Digo, coño: no es verdad, no me cuentes historias.
Yo llevo 30 años yendo por África y no me ha cambiado, sigo tirando de ironía para poder sobrevivir. He vivido experiencias muy duras, muy bonitas, otras de decir qué coño hago yo aquí, como me pasa aquí en Madrid con los amigos, con mi vida y trabajo. Me pasa lo mismo.
Hay que desromantizar África. África es como es, ni mágico ni maravilloso, como cualquier otro lugar del mundo hay que ir y abrir los ojos, el corazón y la mente y dejarnos invadir por ella, permitirnos conocerla de verdad.
En el libro cuentas abiertamente tu encuentro con Mami Wata, la divinidad del agua de los vudú. Los occidentales creemos en nuestro único Dios todopoderoso, pero descreemos y tildamos de retrógrados a las creencias tradicionales africanas. ¿Por qué?
Fíjate. Eso tiene que ver mucho con la mentalidad colonial, los colonos decían ‘estos no tienen cultura, es gente sin cultura ni idioma, tienen dialectos, no tienen religión, es espiritista, no es un Dios sino un espíritu, algo inferiro y por eso podemos convertirlos’.
Se nos ha quedado grabado que la religión tradicional africana es despreciable mientras que otras como el Budismo es respetable y todo el mundo tiene un Buda en su casa, pero las religiones africanas no es religión sino brujería o hechizería.
Es el desprecio a todo aquello que es africano, de toda la mentalidad que se va generando durante siglos para justificar la esclavitud y colonialismo. Leopoldo II dice que quiere cristianizar y civilizar y mira lo que hizo.
Igual que aquí se le pone velas a los santos, allí le llevas una gallina al fetiche. Los males de ojos aquí en España también existen y hay amuletos en todos los lados. En el fondo somos muy iguales.