Cabo Delgado se desangra por la violencia yihadista
El miércoles pasado el presidente de Mozambique, Filipe Nyusi, presidía el acto de clausura de un curso de instrucción para funcionarios en Montepuez, en la provincia de Cabo Delgado, al norte del país. Hasta allí fueron militares como seguridad enviados desde la ciudad de Palma. Ese mismo día, los yihadistas de Ansar al-Suna entraron en la urbe. Sabían que la seguridad estaba debilitada y aprovecharon el momento. Arrasaron las casas de los locales y se hicieron paso hasta llegar al hotel Amarula Lodge. Allí se hospedaban 170 extranjeros, la mayoría trabajadores y familiares en el proyecto de extracción de gas natural de la francesa Total, a menos de diez kilómetros de allí.
Un día después intentaron huir en un convoy de 17 coches, pero solo 7 lo consiguieron. Hasta 9.000 personas han huido de la ciudad, casi la mitad de ellos niños, en dirección a Pemba, capital regional. Total ha suspendido su plan en la península de Afungi y trabaja para sacar de allí a todo el personal extranjero. Algunos, como el contratista británico Phil Mawer y el sudafricano Adrian Nel, no podrán hacerlo: murieron intentando huir del horror.
El Ejército de Mozambique anunció el domingo que la ciudad de Palma había sido liberada de los yihadistas tras semana y media de combate en el que al menos 50 soldados fallecieron. Las comunicaciones con la zona están cortadas y es imposible saber el número exacto de muertos en esta última emboscada. Si algo se sabe es que los yihadistas están más fuertes que nunca y han dado un paso más, llegando al corazón de las exploraciones de gas natural y matando a civiles extranjeros por primera vez. Portugal ha decidido enviar al menos 40 soldados para apoyar a los militares locales, pero de momento falta una respuesta internacional contundente en una región que se desangra por el yihadismo.