Antonio Caño: "En Guinea Ecuatorial no existe ni siquiera el embrión de una alternativa democrática, y ahí hay parte de responsabilidad española"
📚🇬🇶 Hablamos con el periodista y exdirector de El País, Antonio Caño, tras publicar el libro "El monstruo español. Francisco Macías y el fin de la aventura colonial en Guinea"
Con apenas 22 años, Antonio Caño tuvo su primera experiencia como enviado especial cubriendo en Malabo el juicio contra el recién derrocado dictador Francisco Macías.
Era septiembre de 1979, y Guinea Ecuatorial había pasado su primera década como estado independiente de España bajo la férula de lo que Caño llama “el monstruo español”. Aquel era “un país literalmente devastado por más de una década de exterminio y robo” del que Caño da cuenta en El monstruo español. Francisco Macías y el fin de la aventura colonial en Guinea (La Esfera de los Libros)
P. Francisco Macías es un personaje que se presta mucho a ser presentado como el prototipo del bárbaro africano, inculto y violento. Sin embargo, usted advierte contra esa tentación: en realidad, Macías es un producto del régimen franquista y del colonialismo europeo en general. ¿Cuánto se parece Macías a lo que los europeos llevamos a África?
R. Mucho. Es un prototipo de un bárbaro, pero no necesariamente africano, aunque tuviera rasgos africanos, Pero, en la misma medida, estuvo influido por el estilo y la cultura de la colonia, y creo que es un caso bastante similar al de otros personaje de esa época: Bokassa, Idi Amin… Sin duda eran producto africano, pero con el ingrediente colonial, y fruto de la gran pasividad con la que el mundo aceptó cualquier movimiento poscolonial. El colonialismo fue un régimen cruel, pero el poscolonialismo fue un periodo de tolerancia absoluta por parte de los organismos internacionales. En nombre del pos o del anticolonialismo se dio carta blanca para casi cualquier cosa.
P. Usted es muy crítico con el papel de la izquierda en el blanqueamiento o indiferencia hacia el régimen de Macías: ya sea la izquierda moderada que representaba García-Trevijano o el socialismo real de la Cuba castrista.
R. Para la izquierda española lo que pasaba en Guinea era una cuestión coyuntural. A la izquierda española la independencia de Guinea Ecuatorial y las posteriores aberraciones de Macías le pillaron en mal momento: por un lado, el hombre que tenía influencia allí era un aliado de la izquierda, como García-Trevijano, y eso prácticamente obligaba a silenciar cualquier crítica; y, por otro lado, estaba muy ocupada en los asuntos locales, y el episodio poscolonial no le venía bien. Además, cualquier actuación a favor de los derechos humanos en Guinea Ecuatorial hubiera exigido una intervención militar, y se optó por guardar silencio sobre lo ocurrido.
P. Y ese olvido e indiferencia histórica hacia Guinea, ¿a qué cree que se debe?
R. Es que son muchos silencios, y cada uno obedece a una cosa. El de la izquierda y los partidos políticos obedece a ese momento de joven democracia española que formalmente estaba muy preocupada por los derechos humanos, pero que no se ocupó de ellos en Guinea, un lugar muy cercano. Suárez se vio ante la tesitura de tener que apoyar un golpe contra Macías y no lo hizo. Los partidos a los que sondeó no estaban por la labor.
Luego está el silencio del régimen de Franco, que presumía mucho de patriotismo pero, cuando hubo que proteger a los españoles que estaban siendo perseguidos por Macías, ni lo hizo ni permitió que la Guardia Civil interviniera. Entendemos que en el caso de Franco su preocupación por los derechos humanos no era un móvil político, pero sí lo debería haber sido la protección de los intereses españoles.
Además está el silencio, también clamoroso, de la comunidad internacional. Uno de los mayores cómplices de Macías fueron las Naciones Unidas, que en ese momento tenía como tema absolutamente dominante la agenda descolonizadora por encima de cualquier otra consideración. Los derechos humanos no eran entonces la prioridad.
Otro silencio fue el de la Iglesia Católica, muy castigada por el régimen, y que permitió la persecución de sus representantes sin casi levantar la voz hasta muy al final. Macías fue destituido en 1979, y las voces en su contra empiezan a partir del año 77 o 78. Hasta entonces, todos guardaron silencio por unas u otras razones.
P. Hay también un silencio histórico sobre el papel de España en Guinea. Si nos ceñimos a la presencia colonial española en África, en el caso marroquí se podría argumentar una cierta influencia benévola de los españoles. Sin embargo, en el caso guineano, se trata indiscutiblemente de una colonización corrupta y chapucera. Un “vodevil colonial”, lo llama
R. Exacto. No hubo un ensañamiento criminal, como los casos de Bélgica o Reino Unido, pero no hubo tampoco necesidad de hacerlo. El movimiento independentista en Guinea siempre fue muy escaso, y el que hubo fue eliminado. Es cierto que los dos únicos líderes independentistas que alcanzaron cierta relevancia y denunciaron la situación en Naciones Unidas, Acacio Mañé y Enrique Nvo, fueron asesinados, pero no hubo una persecución masiva como la que se produjo en otros imperios coloniales. Lo que sí hubo fue una apatía, una indiferencia y un desinterés por el futuro de un territorio que era provincia española. Lo peor fue no preparar un proceso de independencia que fuera saludable y positivo para los intereses de Guinea.
P. Y acabó tomando el poder Macías con un programa difícil de etiquetar. Usted lo describe como una mezcla de “demagogia izquierdista” con “ciertos principios franquistas” y un barniz anticolonial. Parece, en el fondo, que la única ideología de Macías era el poder
R. La ideología de Macías es el maciismo. No hay ningún otro móvil que mantener el poder, y todo el poder. Tenía un concepto primitivo del poder, que era el que había visto en su entorno personal y en su principal referencia política, que era Franco. Él entendía que tener el poder era tener todo el poder. Esa era su única ideología, y para ello tuvo que ir moviendo su aguja ideológica en una dirección o en otra. Aunque sus convicciones iniciales tenían más que ver con el fascismo, supo mover su orientación hacia lo que le exigían los tiempos, que era el bloque socialista, donde también había personajes que a él le resultaban dignos de admiración, sobre todo Mao.
P. Una concepción del poder que es la que ha heredado Obiang
R. Es que en realidad Obiang es lo mismo. El golpe de estado de 1979 interrumpe un liderazgo personal, pero no una forma de entender la política. Además, el liderazgo personal lo interrumpió sin salir del mismo clan. Quienes conocen bien Guinea saben que la gente de Mongomo son de una particular forma de ser y de actuar.
P. Otra cosa que ha heredado Obiang es la paranoia como forma de gobierno. Macías está constantemente descabezando supuestos golpes de estado que le sirven como coartada para la represión, que es lo mismo que hace Obiang periódicamente
R. La primera paranoia es que el suyo es un poder imbatible. El poder de Macías no era tanto como él aparentaba. Él decía que decidía sobre la vida de cada uno de los guineanos, y en cierta medida era verdad. Pero al final resultó ser mucho más débil de lo que se pensaba. En realidad, nunca se le desafió de forma ordenada e inteligente. De haber sido así, se le habría derrocado antes. Él fomentó esa imagen de ser dios y de que los guineanos sin él no serían nadie, y yo creo que una buena parte del país acabó creyéndoselo. Creyendo que era medio divino, que era un ser por encima de los demás y que cualquier intento de plantarle cara estaba condenado al fracaso. Entre otras cosas, porque algunas escenificaciones le salieron bien. Por ejemplo, el golpe del 69, cuando desarticula lo que decía que había sido un intento de golpe de Atanasio Ndongo. El simbolismo que le dio a su victoria sobre Atanasio hizo ver a todo el país que no había nada que hacer. También el hecho de que matara a todos sus rivales políticos y a casi todos sus ministros le dio un aura de personaje temible.
P. Los guineanos tenían esa imagen de Macías como un semidios, pero es llamativo cómo para Trevijano era poco más que un bruto que podía manejar a su antojo. Es curiosa esa relación entre el refinado jurista español y el tosco aspirante a político guineano
R. En el fondo Trevijano sabía que esa imagen que proyectaba Macías era falsa, porque él le había conocido y sabía que era una persona semianalfabeta a la que condujo con toda facilidad. Sabía que era manipulable. Cuando Trevijano conoció a Macías, Macías no era nadie, un personaje de quinta fila. Trevijano de sobra conocía las limitaciones de Macías, y quizás eso fue un acicate para él. Los otros candidatos, Atanasio, Bonifacio, etc, tenían una personalidad formada, cierta formación intelectual, habían viajado y tratado con otros políticos. Macías estaba completamente virgen: no había salido de Guinea, no había hablado con un político jamás. Era la madera perfecta sobre la que tallar el proyecto que él tenía de crear un país de la nada, un régimen a su medida.
P. Macías era un hombre semianalfabeto y con muy baja formación intelectual, como lo es también Obiang. ¿Ese desprecio de la inteligencia, la cultura y la educación es uno de los rasgos definitorios de sus regímenes?
R. Uno de los sectores que primero desarticuló Macías fueron los intelectuales o los que potencialmente podían serlo, como los estudiantes guineanos en España o los misioneros que enseñaban. Todo aquel que podría haberle aportado mayor conocimiento al país. Cuando Macías se fue había una población absolutamente ignorante. Lo que quedaba de inteligencia estaba fuera. Hace años que no voy a Guinea pero, por la información que recibo, la situación no ha variado mucho.
P. Es muy desconocida esa historia de los estudiantes guineanos en España que se quedaron aquí atrapados y muchos acabaron cayendo en el alcoholismo o la prostitución
R. Es tremendo. Yo he escrito este libro un poco por esta razón. Me parece indignante que no se conozca la historia. Hay un Colegio Mayor Nuestra Señora de África que nadie sabe de dónde sale ni qué pinta ahí. Nadie se ha preguntado por qué había estudiantes guineanos en la universidad española. Había muchos, pero han sido borrados. Ninguno ha llegado a una posición relevante, ni en Guinea ni en España.
P. Un joven guineano tenía más futuro uniéndose a las Juventudes en Marcha de Macías, la milicia totalitaria del régimen, que estudiando
R. Mucho más. El Ejército era muy incipiente, porque Macías tardó un poco en constituirlo. Sobre todo en los primeros años, las fuerzas de choque fueron las Juventudes, a las que durante un tiempo vistió con el uniforme de Mao, porque el primer país que reconoció a Guinea Ecuatorial fue China. Fíjate que la independencia se produce el mismo año que la Revolución Cultural China, y ahí se produjeron una serie de coincidencias que hicieron que los primeros pasos del régimen de Guinea fueran muy chinos.
P. Hubo también mucha presencia rusa
R. Pero más delimitada al ámbito militar, no tanto en lo social y económico. No había productos de la URSS en el mercado, pero sí había muchos más diplomáticos soviéticos que chinos. Su trabajo tenía más que ver con la Guerra Fría, porque Guinea Ecuatorial es un país pequeño, pero en una situación geográfica muy importante: está vigilando el golfo de Guinea, al lado de algunos de los países más importantes de África, como Nigeria y Camerún.
P. No se conoce mucho el papel de Obiang como represor en la dictadura de Macías, y su trabajo a cargo de la cárcel de Black Beach
R. También tuvo un papel importante en el diseño de la guardia nacional guineana. Era uno de los hombres de máxima confianza de Macías hasta meses antes del golpe de estado, y probablemente por eso era la única persona que podía derrocarle.
P. En pocos años se cumplirá el sesenta aniversario de la independencia guineana sin haber conocido otra cosa que dictaduras terribles y subdesarrollo económico, ¿qué expectativas ve para el país?
R. Económicamente el país ha ido mejor porque se descubrió petróleo y gas, y eso ha inyectado dinero. Sobre todo a las arcas de la familia Obiang, pero algo ha caído sobre el resto del país. Pero, desde luego, las perspectivas son muy siniestras y negativas. Todo indica que el régimen se va a suceder a sí mismo, bien sea con Teodorín o con otro hermano. Pero es que no hay posibilidad de que ocurra otra cosa, porque no existe ni siquiera el embrión de una alternativa democrática.
Hay actores en España, pequeños y que entre ellos no son capaces de ponerse de acuerdo. Ahí vuelvo a la responsabilidad española, porque tampoco España ha hecho el esfuerzo de crear esa alternativa democrática. España podría hacerlo, podría poner en marcha una maquinaria de propaganda e información y crear una figura política alternativa. Pero, en lugar de eso, España siempre ha tratado de llevarse lo mejor posible con el dictador. Lo intentó con Macías, después incluso de perseguir y expulsar a los españoles, y lo mismo con Teodoro Obiang. La verdad es que la historia de Guinea es una tremenda tragedia, y por eso es un tema que tenemos enterrado. Un país que puede acabar siendo un estado fallido en lo que fueron provincias españolas, dirigido por compatriotas que tenían un DNI como el tuyo o el mío.