Aceptar la decadencia y actuar en consecuencia
🪻 Jacaranda es espacio donde una mujer no originaria de estas tierras comparta su mirada sobre literatura, cultura y feminismos.
La vida se rige por sistemas. Políticos, culturales, económicos, religiosos o de pensamiento, no importa. A partir de estos marcos organizamos todas los pequeños compartimentos de nuestra existencia, y los coleccionamos en forma de Historia e historias. En fin, la vida se hace extremadamente complicada cuando se vive como un ser humano. Hay momentos en la historia que son de prosperidad, en los que se conoce que no pasan un exceso de cosas malas. En estos períodos, la vida se rige por un solo sistema reconocido por todos, en el que las contradicciones se mantienen subterráneamente en pro de algo a lo que llamamos paz. Sin embargo, estos momentos no son caracterizados por durar mucho.
Chinua Achebe es un autor nigeriano que nació en 1930. Se crio en la ciudad de Ogidi, y se licenció en el University College de Ibadán. Su juventud quedó atravesada por la guerra de Biafra, empezando como un profesional en la radio y luego incorporado a la Universidad de Nigeria. Más adelante pudo viajar al extranjero, donde fue profesor de lengua y literatura en el Bard College y catedrático en la David and Marianna Fisher University y el departamento de Estudios Africanos de la Brown University. Si bien su trayectoria académica ha sido destacable, se le conoce más por sus más de veinte libros, entre los que encontramos desde poesía a novelas y ensayos. Todo se desmorona (1958) es su obra más conocida.
Algunos consideran que es la novela poscolonialista más importante del siglo XX, un clásico indispensable para comprender cómo el continente africano enfrentó las invasiones europeas. No es extraño que esta obra, publicada hace tantas décadas, siga siendo una lectura obligatoria para comprender el impacto de la llegada del hombre blanco a territorios africanos, vendiendo más de diez millones de ejemplares en cuarenta y cinco idiomas. En su obra, Chinua Achebe narra el proceso de toma de conciencia de Okonkwo, líder de uno de los pueblos igbo —uno de los más numerosos de Nigeria—, ante la llegada del hombre blanco. Okonkwo, un gran guerrero cuya fama se extiende por toda África Occidental, comete un error fatal: mata accidentalmente a un compañero de su clan. Como castigo, es condenado al exilio y obligado a sacrificar a su hijastro. Fiel a las tradiciones y costumbres de su pueblo, acepta su destino con orgullo. Sin embargo, al regresar años después, encuentra su mundo irreconocible. Las tierras que cultivó y protegió, las mujeres de su aldea, los códigos de respeto que regían su comunidad: todo ha cambiado. Misioneros y gobernadores británicos han impuesto un nuevo orden.
"El hombre blanco es muy astuto. Llegó en silencio y pacíficamente con su religión. Nos divertía su necedad y le permitimos quedarse. Ahora ha conquistado a nuestros hermanos, y nuestro clan ya no puede actuar como uno solo. Ha puesto un cuchillo sobre las cosas que nos mantenían unidos, y nos hemos desmoronado."
La desesperación del hombre que ve todo su mundo derramado ante una civilización a la que ni tan solo tiene el mínimo respeto hace que el guerrero entre en la locura. Comprendiendo que no hay sitio para su prestigio en este nuevo orden, incapaz de adaptarse a este nuevo mundo, Okonkwo toma una decisión extrema, sellando su destino en un final trágico. La realidad que conocía se ha desmoronado por completo.
Todo se desmorona no es particularmente feminista, por lo que puede parecer extraño que figure en esta columna. Sin embargo, aborda la otra cara de la moneda: la fragilidad de la masculinidad. En la sociedad igbo, el guerrero gozaba de prestigio, liderazgo y autoridad, con un camino claro para alcanzar el honor y el respeto de su comunidad. Pero fuera de ese orden, sin sus reglas del juego, no hay un futuro triunfante para el protagonista: despojado de su tradición, no es nada. El hombre blanco lo ha relegado a un papel que solo le trae desesperación, pobreza y deshonor. Esta obra no solo denuncia los estragos del colonialismo, sino también las tensiones que existían antes de su llegada. Es un choque entre tradición y cambio, entre lo que debe preservarse y lo que es necesario dejar atrás, entre lo arrebatado y lo que ya estaba reprimido.
En palabras de Achebe, "No hay historia que no sea verdad, [...] El mundo no tiene fin, y lo que es bueno para un pueblo es una abominación para otro."